La segunda edición del Secret Vida ha servido para definir aún más su espíritu atrevido y pulir algunos de los defectos del año de su debut. Un evento en que los grandes nombres de otros festivales dejan espacio a propuestas arriesgadas, innovadoras o, directamente, desconocidas, que conviven con algún que otro cabeza de cartel al que posiblemente ya hayamos podido ver previamente. Organizativamente, este segundo año de Secret ha mejorado algunas carencias del primero: la ubicación de ambos escenarios en la misma sala ha facilitado el proceso de seguimiento de un festival en que los conciertos se suceden y nunca se solapan, y de paso ha logrado evitar la mala visibilidad y acústica del año anterior en la sala Grace (cosa importante en un país en el que sigue imperando la mala educación y falta de respeto de muchos de los asistentes a estos festivales con alma de cretin@s tertulian@s sin cerebro). Los food trucks mejoraron la oferta gastronómica, si bien las 3 paradas de comida se volvieron a quedar cortísimas y provocaron largas colas en las horas puntas. El elevado precio de la comida y la bebida volvió a ser uno de los puntos flojos del evento, como en tantos otros festivales musicales (normalmente patrocinados por marcas de cervezas, tiene narices la cosa). Quizás algún día será posible comer y beber en un festival sin dejarte un riñón…
VIERNES 6

Tras la copa de cava de bienvenida en la bonita Finca Mas Solers de St. Pere de Ribes, el popular locutor de Radio 3 Àngel Carmona vuelve a recibirnos como maestro de ceremonias para ayudarnos a ir quitando el papel de regalo en que se transforma el telón que cubre los dos escenarios del Gran Salón Hispano Suiza. El principal lo estrena Maria Rodés, con su propuesta entre el folk, las nanas astronómicas y la copla, incluyendo versiones clásicas como el ‘Ay, Pena, Penita Pena’ o el ‘Manos Vacías’ de Lola Flores. La primera de las muchas propuestas que se estrenaban en el Estado son Jealous Of The Birds, de la irlandesa Naomi Hamilton, que abrió el escenario Blackjack. Rock clásico de aires alternativos combinado con baladas más folk. El primer nombre destacado internacional fueron los dublineses Villagers, que protagonizaron uno de los conciertos más sentidos y delicados del festival. Empezaron con ‘Did You Know’ de su reciente EP ‘The Sunday Walker’, pasaron por sus dos últimos discos con 4 canciones de cada, e incluso tocaron un par de temas más antiguos como ‘The Waves’ o ‘Nothing Arrived’. Una de las gratas sorpresas de esta primera jornada fueron Fur. Llegados desde Brighton, facturaron un rock’n’roll clásico con dejes soul, ritmos rythm’n’blues y melodías pop.

El cabeza de cartel del viernes fue una de las pocas pistas acertadas mayoritariamente (amig@s que hacéis los pictogramas del Secret Vida que, más que dar pistas, despistan… ¿qué os fumáis?). Manel presentaron ‘Per La Bona Gent’ ante un público entregado (personalmente fue uno de los conciertos con los que menos conecté de todo el fin de semana; cosas que pasan…), y adaptaron las pocas canciones antiguas que tocaron (‘Captatio Benevolentiae’, ‘La Cançó Del Soldadet’…) a su sonido actual. Egosex quizás fueron una propuesta demasiado densa para la hora en que tocaban, todo lo contrario que Putochinomaricón, que cerró el escenario principal con su desenfadada propuesta de sonidos sin prejuicios y mensajes directos políticamente incorrectos. Aprovechando el petardeo y el clima desenfadado que generó Chenta Tsai, disfrutamos enormemente la sesión de Machinda DJ, que empezó en el soul y los sonidos negros 60s para pasar por Doors, Kinks y compañía y desembocar en clásicos más recientes como Nirvana o Chemical Brothers. Y a dormir, que todavía quedaba el sábado…

SÁBADO 7

Como ya hicieran el año pasado con Sara Fontán, la organización del Vida volvió a apostar por otra propuesta local de carácter personal, experimental e intransferible: la pianista Clara Peya. La artista de Palafrugell nos regaló uno de los shows más viscerales y pasionales del festival, con ese grito contra el amor romántico que es su disco ‘Estómac’. Acompañada de Magalí Sare en voz y teclados, las percusiones de Andreu Moreno y Dídak Fernández, y por su productor Vic Moliner, Clara también aprovechó para dar voz al proyecto Oasis para adolescentes LGBTI. County Line Runner desengrasaron con sus sonidos de Americana clásica, y dieron paso al que, para mi, fue el concierto más redondo del festival. Admito que les tenía ganas tras habérmelos perdido en su visita del pasado mes de marzo en el ciclo ‘Vida On The Road’, y Balthazar no defraudaron. Maarten Devoldere, Jinte Deprez y compañía sonaron compactos y potentes, nos hicieron bailar, fueron sobrados de clase, e interactuaron con el público mientras presentaban las canciones de su disco ‘Fever’. Conciertazo.

Volviendo a bandas desconocidas para la inmensa mayoría, Wooze resultaron de las más impactantes, tanto desde un punto de vista estético como sonoro. Del ruidismo de este proyecto británico-coreano pasamos al pop en mayúsculas, y al principal cabeza de cartel de todo el festival. Desde que la organización soltó la pista de “la banda de las afueras de Glasgow que no os diremos de dónde porque sabríais quién son” hubo diversas teorías. Mi intuición y deseo era ver a los Jesus & Mary Chain con la gira de celebración de ‘Darklands’, pero finalmente fueron otros clásicos escoceses lo que se subieron al escenario principal: Teenage Fanclub, oscuro objeto de deseo del Vida y su director Dani Poveda desde hacía años. Norman Blake, Raymond McGinley y compañía compartieron ilusión, sonrisas y esas infalibles melodías power pop de clásicos como ‘The Concept’, ‘Metal Baby’, ‘Verisimilitude’ o ‘I Don’t Want Control Of You’ o temas recientes como ‘Everything Is Falling Apart’. El bis nos dejó la versión del ‘Don’t Cry No Tears’ de Neil Young, o el apoteosis del público con ”What You Do To Me’ o ‘Everything Flows’ (puedes consultar el setlist íntegro en nuestro instagram o twitter). Uno de los momentazos de la todavía corta vida del Secret.

Tras el pelotazo de este año, los bailes y la pachanga de Ortiga fueron un buen momento para descansar un momento antes de acabar el festival con otra de las gratas sorpresas: el soul rock de Seratones y su llamativa frontwoman AJ Haynes, a medio camino entre Lisa Kekaula de los Bellrays y Valerie June. Un torbellino que divirtió y se divirtió a partes iguales y que hizo honor al nombre de su último disco: ‘Power’. Buffetlibre DJ echó el cierre a un festival en el que nos hemos divertido, hemos disfrutado y nos hemos sorprendido, pero también nos hemos llevado alguna decepción ante expectativas, hipótesis y deseos generados a partir de pistas y despistes. Pero eso forma parte del juego, y nosotros habíamos venido a jugar…

