Cómo hacer crack y, de ello, extraer una poesía preñada de ternura. De conciencia y denuncia, por supuesto, tratándose de Nacho Vegas; pero, sobre todo, si uno aplica el oído, ahí está esa ternura, hija pródiga de la empatía, tan escasa en nuestros días, y que el xixonés demuestra por toda la galería de personajes que pueblan y habitan en sus canciones: seres marginales, seres cotidianos, antiguos y nuevos amantes e, incluso, a aquellos que hacen daño (véase ese hermoso “Va a empezar a llover” o el exuberante recado de “El mundo en torno a ti”). Ternura que funciona como espejo y contrapunto de la crónica social, que la despoja así de la solemnidad y de la soflama, y nos ofrece la visión que no se lee en la prensa. Ternura que es, en sí misma, la postura política más valiente (recordemos que lo personal es siempre político), y que no está exenta de humor, como pueden dar fe las imágenes mordaces de “Abnegación” o la ironía autorreferencial en “Big Crunch”.

En ese camino entre la cotidianidad y la universalidad que es la fuente de la mejor poesía es donde, sin aspavientos, se aposenta el cancionero que Nacho Vegas regaló en la reciente visita en el Paral·lel 62 (sala municipal de gestión cooperativista, como bien señaló un Vegas afable en todo momento) que nos dejó escenas memorables, cronista de un país y una época convulsa que le debe tanto a los autores posmodernistas estadounidenses como a la poesía popular de Miguel Hernández o Antonio Machado, impregnada de un verbo certero y cantados una sobriedad exenta de aspavientos. No es de extrañar, con estos mimbres, que sea uno de los cantautores más queridos y con un público más fiel. También el hecho de que cualquier canción que estrena suene instantáneamente a clásico, a: «¡Ah, esa canción, claro, tan pegadiza! ¿De qué disco era?» (pues del reciente ‘Mundos Inmóviles Derrumbándose’ que está presentando, crítico impostor, que fuiste sin los deberes hechos) ayuda también a guardar silencio y recogerse de seguida en los mundos de Vegas.

La profunda voz de barítono y ese estilo inconfundible (reconozco que me flipan esas anacrusas imposibles que entran cuando parece que el tiempo ya ha pasado) marcó desde los primeros compases de “Belart”, uno de los nuevos clásicos instantáneos, el tono que seguiría el recital: una suerte de reflexiones sobre la emoción, cantadas desde la serenidad, imágenes deshojadas con la siempre presente ternura (y no pocas dosis de melancolía) como los pétalos de esa rosa condenada a morir de la canción, esos días al año en que nos quisimos y nos hicimos daño (de “Va a empezar a llover”) o la vibrante “Ser árbol”, de esa obra exuberante como es ‘Violética’, a la que siguió la agridulce autocrítica de “Reloj sin manecillas”, perteneciente a ‘La Mano Sucia’. La emoción y la denuncia iban mano a mano, y Vegas, de presencia sobria en el escenario, quedó siempre bien arropado por las guitarras y coros angelicales de Julianne Heinemann y el virtuosismo a las seis cuerdas de un pletórico Joseba Irazoki; Ferran Resines acolchaba la atmósfera onírica con su constante trabajo a los teclados, y Hans Laguna, instalado al fondo, enlazaba con el groove del bajo la elegancia de las baquetas de Manu Molina con las prístinas melodías. Una escudería magnífica con la que el cantautor se dejó llevar.


Hubo momentos para la reivindicación, por supuesto, y, en ese sentido, como en casi todos los conciertos, invitó a subir al escenario a colectivos anticapitalistas, feministas y ecologistas locales: en el caso del concierto en Barcelona, a miembros del espacio vecinal autogestionado de Can Batlló y representantes de Sotrac, que le cantaron la caña al gobierno municipal de Barcelona, exigiendo el desbloqueo de la cesión del terreno apalabrado para los proyectos de cooperativas de vivienda en cesión de uso, y para denunciar el inmovilismo burocrático. Desde aquí, evidentemente, nos sumamos a esa petición, y nos llevamos las manos a la cabeza porque, si eso pasa con Ada Colau al frente del consistorio, no quiero ni imaginar por qué camino nos llevarán los Collbonis y los Trias (espóiler: mucho peor).

Volvamos a la música porque, precisamente tras la reivindicación, y ya que hablábamos de ternura, llegó el turno de la preciosa “El don de la ternura”, tras la que cayó la canción sobre la ciudad, nuestra ciudad, nuestras ciudades, “Ciudad vampiro”, cantada en asturianu, con ese tañido de banjo que evoca el folk más cabaretero y divertido. Porque sí, el humor es también contrapunto necesario de la tristeza y la denuncia.

La sobriedad no es enemiga de la intensidad, y con sutilidad la banda fue apretando el motor de la emoción. “Nuevos planes, idénticas estrategias” dio paso a la hermosa balada “Ramón In”, que supura amargura y ternura por los cuatro costados, y “El mundo en torno a ti” para dar pie a una de las canciones más identificativas, más certeras sobre la sociedad, de lo particular a lo universal de nuevo, y certera como pocas: “Cómo hacer crac”. En contraposición, la siguió la juguetona “Big Crunch”, un semicharlestón parece una relación de males del capitalismo para poner a Nina Simone en un altar, ideal para apaciguar las emociones dando palmas y, aun así, disparar a todo lo que se mueve para, a continuación, encarar la recta final con la imprescindible “La gran broma final”. Y si el concierto fue un crescendo sutil, con “La pena o la nada”, Nacho se dejó ir: el intensómetro reventó y el mercurio salió disparado con esa balada desgarradora que sabe a María Dolores Pradera y a Natalia Lafourcade, asomándose a la nada desgarrada, y que dejó una imagen de las que quedan grabadas a fuego en la retina, Nacho Vegas golpeando un tambor con agua en el parche. Inolvidable.

Los bises contaron con dos rescates más del catálogo de Vegas: “Dry Martini, S.A.”, de ‘El Manifiesto Desastre’, y el colofón cabaretero de “El hombre que casi conoció a Michi Panero” (y el divertido momento en que Vegas puso en marcha la sirena del megáfono, para consternación del cantante y descacharramiento de banda y público; si es que a Nacho hay que quererlo), de ‘Desaparezca Aquí’. Nacho, aparezca por aquí usted más a menudo, por favor, que fue salir de la sala y echarlo ya de menos.

Setlist:
- Belart
- Va a empezar a llover
- Ser árbol
- Reloj sin manecillas
- El don de la ternura
- Ciudad Vampira
- Abnegación
- Nuevos planes, idénticas estrategias
- Ramón In
- El mundo en torno a ti
- Cómo hacer crac
- Big Crunch
- La gran broma final
- La pena o la nada
Bis:
- Dry Martini S.A.
- El hombre que casi conoció a Michi Panero