La música debería ser un lugar libre de prejuicios. Básicamente, por el hecho de que casi siempre se encarga de tumbarlos con un puñado de acordes. ¿Qué sentido tiene, entonces, ir a un concierto con unos cuantos de ellos en los bolsillos? Ninguno. Aun así, reconozco que anoche me acerqué bien acompañada por ellos a la sala Razzmatazz de Barcelona.
Miss Caffeina presentaba ‘Oh Long Johnson’. Era un jueves de esos raros y el cuerpo pedía un poco de alegría musical. La otra opción era dirigirse hacia la Sala Apolo a ver la presentación del nuevo disco de Enric Montefusco. Dudé. No era día, decidí, para intensidades vitales y opté por un concierto al que no tenía pensado quedarme hasta el final. Los prejuicios que os comentaba. Pues todos ellos, uno tras otro, fueron cayendo nada más sonar los primeros acordes de ‘Oh Long Johnson’ y su tan fácilmente cantable “Puta Vida”.
Con un juego de luces efectista, Miss Caffeina comenzó con la canción más rockera de su nuevo trabajo y el público, que llenó Razzmatazz, la cantó como si de un himno se tratase. Miss Caffeina 1- Laura 0. Comencé ya derrotada, todo sea dicho, al ver una sala tan grande prácticamente llena. No la esperaba así. No cabe duda del crecimiento que ha experimentado el grupo madrileño en los últimos años. Si no recuerdo mal, su última visita a la ciudad hace ahora dos años y algo fue en la sala Bikini. Me alegré por ellos. En Indie Lovers hemos tenido la oportunidad de hablar con ellos en dos ocasiones en estos tres largos años de vida y siempre han sido charlas interesantes.

Las luces, la guitarra de Álvaro y la evidente conexión entre Alberto y el público me hicieron dejar de lado al resto de prejuicios. Evidentemente, me quedé hasta el final fascinada por la entrega de los asistentes. Pocos fueron los temas -dos o tres como mucho- que no fueron coreados como auténticos mantras por los fans de Miss Caffeina. Pocos conciertos he visto con ese nivel de entrega. Los estribillos con frases directas y resultonas lo hacen todo más fácil. Pero aun así, la comunión fue máxima y las sonrisas y los bailes fueron la tónica predominante durante la hora y media de concierto.
No hicieron falta grandes discursos desde el escenario. El más importante llegó cuando Alberto hizo referencia al bullying escolar antes de dar paso a algunos de los temas más comprometidos socialmente de su último disco. No podía dejar de observar al público que ayer llenaba Razzmatazz. Jóvenes, niños con sus padres y gente no tan joven disfrutando de un ambiente en el que olvidarse de todo y bailar y cantar sin complejos. Estaba disfrutando. Sin móvil al que mirar.
‘Merlí’, con su guiño al catalán, fue una de las canciones que más alto se cantaron en Razzmatazz. ‘Reina’, ‘Eres agua’ o ‘Prende’ fueron también momentos de máxima comunión, aunque si una canción se erigió como la favorita, la que todo el mundo espera, esa fue ‘Mira como vuelo’. Con ella se cerró el concierto. Después, envueltos en lentejuelas, Alberto y compañía ofrecieron un bis o remember when de algunos grandes clásicos de la música disco de finales del siglo pasado. Fue entonces cuando, gratamente satisfecha, abandoné la sala convencida cada vez más de que los prejuicios nos empequeñecen.
La música nunca deja de sorprenderte. Solo hace falta escucharla con la mente abierta y sin prejuicios. Dejarse llevar y disfrutarla sabiendo que hay días en los que el cuerpo te pide a Enric Montefusco… y otros, a Miss Caffeina. Y no pasa nada. Ninguna opción es mejor que otra. La música siempre será la mejor de las opciones.
