The Cure (Palau Sant Jordi, 10/11/22)

The Cure (Foto: Sergi Paramès / Livenation)

Formas de calibrar la grandeza de un grupo: lleno en un Palau Sant Jordi, ver a gente de cuatro o cinco generaciones diferentes corear al unísono los estribillos, las caras risueñas a la salida, ver en el smartphone que los grandes medios ya han publicado sus respectivas reseñas, firmadas por los colaboradores más solventes, y que todas ellas coinciden con tu valoración.
Total, como no tiene sentido hacer una reseña al uso (esas ya las habréis leído de camino a casa, o a más tardar a la mañana siguiente, durante el café de la mañana, y yo no soy tan rápido ni tan solvente), pues intentaré currarme una crónica diferente. Al fin y al cabo, pagué la entrada y nada le debo a LiveNation, aparte de engrosar aún más sus beneficios a lo Iberdrola. Más bien LiveNation debería procurarle más acreditaciones a la web, como gratitud a la pasión que le ponemos a lo nuestro. Pero venga, que me enrollo.

Primero: reconozco que no he sido nunca un fan de aquellos que se dicen fan, fan. Como con todo en la vida, llegué tarde a The Cure. Y, como mucha gente entonces, para quienes Los 40 y la MTV eran el principal escaparate musical, llegué a través del impactante videoclip de “Lullaby”. Al poco, un amigo del conservatorio me grabó ‘Disintegration’ en una cinta (de las de cromo, ¡ojo!, que se olía calidad ahí): una obra que, para un adolescente solitario y confuso, lo interpelaba directamente (con esas capas y capas que exudaban extrañeza, oscuridad, dudas, dolor…) como pocos antes (y después), con unos sonidos a los que no estaba acostumbrado: ni rock de estadio, ni pop meloso, ni acid, pero acabó siendo la banda sonora de muchas tardes de estudio, con la única luz del flexo iluminando el escritorio y el mundo reducido a lo que contenían esas cuatro paredes. Cómo me sedujo ‘Disintegration’ está codificado en los surcos de ese disco.

The Cure (Foto: Sergi Paramès / Livenation)

No me malinterpretéis: me gustan The Cure, pero no perdía la cabeza por ellos, no era un seguidor como los que me encontré en el Sant Jordi, y nunca había indagado mucho en sus discos… menos en ese ‘Disintegration’. (Espera: hago una pausa y veo que, en el mueble de los cedés, no son muchas las ausencias en la discografía: ‘The Head on the Door’ —otro de mis discos favoritos, pero ese ya me alcanzó en la época Spotify; saldré a cazarlo algún día por Ultra-Local o El Genio Equivocado—), el ‘Wish’ y todo lo que publicaron después del ‘Wish’.

Volviendo al ‘Disintegration’, ningún otro disco ha sido capaz, desde hace años, de abrir un túnel espaciotemporal entre la butaca de la grada del Sant Jordi y la silla del escritorio del estudio de casa de mis padres. “Pictures of You”, la segunda canción del set (justo después de “Alone”, uno de los estrenos que esperamos escuchar en el próximo disco de los chicos de Robert Smith), fue la materia exótica de ese agujero de gusano entre esos dos universos. Y así el resto de canciones de ese disco: absorto de nuevo en “Lullaby”, ya en los bises, me di cuenta de que por ‘Disintegration’, a pesar del título, perdurará en el tiempo.

The Cure (Foto: Sergi Paramès / Livenation)

Pero divago demasiado (como es habitual): volvamos al Palau Sant Jordi, al que entramos justo cuando Smith, Gallup and Co. saltaban (sobre todo Gallup, pun intended) al escenario. Otra forma de calibrar esa grandeza es medir la intensidad de la ilusión en los rostros de cuarentañeros y cincuentañeros que corrían a toda leche por los pasillos, cerveza en ristre, para no perderse ni siquiera los primeros compases de ese aún desconocido “Alone”. Sí, me perdí a The Twilight Sad, pero, a cambio, jugué gratis a una partida de Donkey Kong, sorteando fans a la carrera en vez de barriles, y ser testigo de esos instantes de felicidad comunitaria a espuertas no tiene precio.

[Álex, ¡céntrate en el concierto, copón bendito!] [¡Perdón!] Una vez localizada la zona, el sector, el asiento, y superado el (desbordado) control de acceso, ¿qué se encuentra uno? Majestuosidad. El sonido expansivo, cuidadosamente montado capa sobre capa, una textura entre el terciopelo y el cristal ocupando con orgullo el espacio del palacio de deportes. En escena, un grupo sin fisuras, versátil y bien rodado, que parece vivir una juventud —entiéndaseme, musical— eterna: las guitarras de Reeves Gabrels y Perry Bamonte, unidas a las de Robert Smith, que batían esquirlas y daban ese toque abrasivo que modulaban los sintes de Roger O’Donnell, secundado en los temas más atmosféricos por Bamonte. Y todo bajo el férreo pulso de Jason Cooper en los parches y el saltarín Simon Gallup (el del baile de san Vito) al bajo. En escena, unos visuales sobrios que silueteaba la banda en un juego de apoyo y camuflaje: escenas soberbias y poéticas en algunas de las piezas más reposadas (como las aún sin publicar “And Nothing Is Forever” o “A Fragile Thing”, o la inquietante “A Night Like This”).

The Cure (Foto: Sergi Paramès / Livenation)

Si bien el inicio majestuoso fue orillando hacia el sinfonismo de “Lovesong” y la tensión espigada de “Burn” (guiño a los die hard fans), los fans de grada aprovechamos para hacer acopio de cervezas en las barras del Sant Jordi (y sus precios obscenos. 7 euros la cerveza de 33 cl, mal llamada “mediana”, +2 euros por la mierdavaso para el ajuar de plástico de milénials y postmilénials). Pero aún se puede asistir a la magia de ver fans de nueva generación invitando a fans tras la barra a fiestas e intercambiarse números de teléfono, aunque bloqueasen durante unos minutos la barra. ¡Que viva el amor, caramba!

Con “Shake Dog Shake” y “Push”, la banda empezó a apretar el acelerador y a espabilar y alborozar a aquella parte del público más nostálgica y menos die hard (excepto la chica que, dormida, deslizó la pierna y nos tiró la cerveza sin darse cuenta, y a la que sus compañeros arrancaron de los brazos de Morfeo cuando ya la perdían entre los árboles de “A Forest”, tres canciones más allá), que nos unimos gozosos al ambiente que se olía en pista, para volver a las raíces post-punk con la mencionada “A Forest” y “Play for Today”.

Generosos en su versatilidad, “Trust” sonó gloriosamente sinfónica, así como delicada sonó la inédita “A Fragile Thing”, que suena a lamento que sonaría en los auriculares de quien vaga por un bosque a las afueras, de noche, buscando la redención, poco más o menos. Momento en el que uno se da cuenta que la voz de Robert Smith mantiene su rango; sin ser de las más potentes, ni falta que le hace, afina y sostiene con poderosa seguridad.

The Cure (Foto: Sergi Paramès / Livenation)

Tras acabar el set principal con una novedad, abrieron el primer bis con otra novedad (se sabían con el público entregado, y tampoco son un grupo de concesiones fáciles), y ya se lanzaron a las perlas del ‘Disintegration’: la inabarcable “Plainsong”, “Prayers for Rain” con el lamento de Smith claro y cristalino, el primer cierre perfecto con la sincopada “Disintegration” y, a la vuelta del segundo bis, y tras juguetear con “The Blood”, “Lullaby”. A partir de aquí, todo éxitos: era el momento de la diversión (en términos góticos, claro está): “The Walk”, “Friday, I’m in Love” (¡saltos!), “Doing the Unstuck”, “Close to Me” (¡más saltos!, ¡más bailes!, ¡más coros!), “Inbetween Days”, parece que ya se acaba, pero no, “Just Like Heaven”, de acuerdo, Robert, sal ya (a bailar, no, que ya estamos cansados), y, ¡oh, por Cthulhu bendito!, “Boys Don’t Cry”.

Y Robert que no se quería marchar. O quizá sí, pero la ovación del público no lo dejaba, y a pesar de que el resto de la banda ya debería estar hidratándose con bebidas isotónicas, Robert Smith recogía un ramo de flores y deambulaba por el escenario, saludando, llevándose las manos al corazón, dando las gracias, emocionándose. Cuánto cariño se había acumulado en pista y en gradas. ¿A quién le extraña que la gente se demorase a la salida, se abrazase, sonriera, bajara sin prisa de Montjuïc? Parecía que los años no habían pasado ni para ellos ni para nosotros. Un espectáculo redentor, balsámico, que, a día de hoy, no es poca cosa.

(Nota: sí, el concierto fue corto, en comparación con la visita del 2016: 2:45h. Nos escatimaron un cuarto de hora, ¿eh? Y sin despeinarse. Bueno, sí. Ojalá la tendencia fuese esta: conciertos con tiempo suficiente para desarrollarse, para agradar, para ser paladeados, con calma, sin prisas, ajenos a la rueda de la rutina y a los algoritmos, ojalá.)

Setlist:

  • Alone
  • Pictures of You
  • A Night Like This
  • Lovesong
  • And Nothing Is Forever
  • Burn
  • At Night
  • A Strange Day
  • Shake Dog Shake
  • Push
  • Play for Today
  • A Forest
  • Trust
  • A Fragile Thing
  • From the Edge of the Deep Green Sea
  • Endsong
Bis 1:
  • I Can Never Say Goodbye
  • Plainsong
  • Prayers for Rain
  • Disintegration
Bis 2:
  • Lullaby
  • The Walk
  • Friday I’m in Love
  • Doing the Unstuck
  • Close to Me
  • In Between Days
  • Just Like Heaven
  • Boys Don’t Cry

 

Escrito por

Letraherido y juntaletras. Físico de titulación que ejerce (poco) en una editorial de género fantástico. Me caí en un caldero de britpop ya de mayorcito y desde entonces le doy a todos los palos del indie y de más allá. Flamenquito lover. Sé bailar sevillanas. En mi epitafio pondrá “Esta noche no iba a salir”. Common people like you.

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