Paso a paso y sin fuegos de artificio. Así cumple diez años Depedro, el proyecto más personal de Jairo Zavala y, también, el más internacional. Poco se habla de las muchas fronteras que ha franqueado este madrileño con una música que huye de las etiquetas y que tan pronto conquista al publico español como al mexicano o coreano. Japón o India son algunos de los pocos países por los que todavía no ha pasado Jairo Zavala. De viajes, amigos y presente hablamos con él aprovechando la presentación en Barcelona de su último disco ‘Todo va a salir bien’ (Warner).
Empecemos por el final. ¿Y si todo no sale bien?
Todo va a salir bien no es que todo vaya a salir bien, sino vamos a salir de esta. No hay plan b, no hay red. Yo vivo sin red, nunca la he tenido.
¿’Todo va a salir bien es un disco pensado para celebrar la década de Depedro?
Sí, es un disco de celebración. Al principio estaba reacio porque tenía miedo de que no saliera bien, tocar otra vez las mismas canciones… Me lo propusieron hacer con amigos y, aunque no fue fácil por tema de organizarnos, ha sido maravilloso gracias a la generosidad de mis compañeros. Nos reunimos dos días y grabamos en directo los 15 temas.
¿Tenía que ser en directo y en dos días?
Quería que estuviéramos todos juntos. No todos llegaron a coincidir, pero cada día sí coincidieron 4-5 y eso fue muy bonito. Sabía que tenía que ser así, pero más por la presión que me ponía a mí mismo de hacerlo bien. Sabía que mis compañeros lo iban a hacer bien porque son gente que trabaja honestamente interiorizando y regalándote la canción.
¿Por qué estas colaboraciones y no otras?
Todas las personas que salen en este disco son o han sido piedras importantes en el edificio de Depedro. Por amistad, inspiración, por ayuda, por hermanos…
¿Alguien que no haya podido estar?
Tengo más amigos, ¿eh? Pero por logística ha sido complicado y 15 canciones ya me parecían suficientes. Ya haremos otro para los 20 años.
¿Quién o cómo se repartieron las colaboraciones?
Ellos eligieron la canción. No pueden cantarla si no les gusta. Yo propuse un par para cada uno confiando en que escogieran la que yo quería y, efectivamente, elegían esa. Nadie coincidió en la elección. Fue todo fácil.
¿Te imaginabas, hace diez años, que todo iba a salir tan bien con Depedro?
Nunca lo sabes. Siempre he sido muy de presente, de pasitos y de ir caminando intentando pisar tierra firme. He tenido mucha ayuda siempre, pero nunca sabes lo que te puede pasar. Pero, vamos, es difícil imaginar que iba a grabar un disco con toda esta gente.
¿Te acuerdas de quién fue el primero en decirte que todo iba a ir bien cuando decidiste dedicarte a la música?
Probablemente, mi mujer. Llevamos toda la vida juntos, aunque no tengo presente un momento así. De hecho, mi familia, mis abuelos… todos han sido muy musiqueros, se ha cantado y tocado la guitarra en casa. Yo no decidí que iba a ser músico, sabía que lo iba a ser. Tenía eso en la cabeza, pero no ha sido un camino en el que pueda decir que tal día me convertí en músico. Ha sido una cosa muy paulatina, muy lenta. Así me ha dado tiempo a vivirlo y saborear cada curva del camino.
Parece que ahora todo tiene que ser meteórico y rápido…
No ha sido mi caso y lo valoro mucho. Intento no mirar ni al pasado ni al futuro. El futuro ya llegará…
¿Cómo se hace para no mirar tanto al futuro?
Dándole calidad al tiempo y al momento que vives con la gente que aprecias. Y dándote cuenta de que este momento no se va a repetir, que pasa y ya está. Siempre intento tener eso en la cabeza. Y, volviendo a lo de todo va a salir bien, yo necesito creer que todo va a salir. Y así ha sido mi vida siempre.
Antes comentabas de hacer otro disco así para los 20 años…
Ya se verá. No hay nada seguro…
De momento, tiene una gira asegurada con 20 fechas…
Pero tiene que llegar esos días. No sabemos qué va a pasar mañana, aunque lo supongamos. Hay que vivir sin olvidarnos de eso.
¿No es un poco estresante vivir pensando en aprovechar al máximo cada momento?
No he dicho que haya que disfrutarlo al máximo y con intensidad. Hay que vivir consciente de lo que haces y, a lo mejor, la consciencia te dice que te apetece echarte una siesta de dos horas (risas).
Leyendo la historia que hay detrás de este disco da la sensación que Depedro es mucho trabajo y casualidades.
Es que nada es por ciencia infusa. No hay un antes y un después, la vida no es así. El reflejo de nuestro día a día no es así y tampoco nuestra profesión. A veces, se cuentan las historias de una manera, pero si nadas un poquito nadie de los que son referentes musicales ha tenido una progresión meteórica. Los que continúan en el tiempo ha sido por trabajo. Pero también hay que tener suerte, sin duda. Yo la he tenido porque me he ido cruzando con gente maravillosa con la que compartir mi profesión.
Me ha llamado mucho la atención que el disco haya sido mezclado en un estudio de Byron Bay (Australia). ¿Qué historia hay detrás de eso?
Allí vive un mezclador que conocí tocando por ahí y de la mano de un amigo, de nuevo, llegué a él. Es un tipo que ha mezclado discos de Rage Against the machine, Pearl Jam… y le comenté que tenía este directo y, la verdad, ha hecho un trabajo excelente.
Esto es algo personal, pero estoy enamorada de Byron Bay. ¿Has estado?
Si, he tocado allí. ¿Quién no está enamorado de Byron Bay?
¿Cómo acaba Depedro tocando allí?
Depedro se ha dejado caer por todo el planeta. Bueno, no por todo. Falta, por ejemplo, Japón. Pero hemos tocado en Corea del Sur, China… tengo un buen amigo australiano que es promotor y, de vez en cuando, me lleva a tocar por allí. Aunque creo que la gran apertura de Depedro fue con el primer disco porque me ayudaron mis amigos de Calexico. Ellos me abrieron las puertas a ser escuchado. Luego el grupo conectó emocionalmente, pero se lo tengo que agradecer mucho.
¿Un lugar en el que te hayas preguntado ‘qué hago tocando aquí’?
Por bueno, tengo un recuerdo maravilloso de cuando fui con mi amigo Angel, que tiene un proyecto de ayuda infantil basado en la música, a una favela no pacificada en Río de Janeiro en la que estuve haciendo música durante una semana con unos niños. Acabamos haciendo un concierto con unos 20 niños para toda la favela. Ese fue uno de esos momentos en los que te dices qué hago yo aquí. Además, uno de esos niños ahora es músico profesional y ha podido salir de ese entorno.
¿Y para mal?
Es que he tocado en tantos tugurios… pero diría que con Depedro no ha habido para mal. Al principio de las giras europeas, tal vez, que te veías tocando en la Baviera profunda ante siete tipos alemanes con su jarra de cerveza enorme y te decías, pues vamos a ello…
¿Esta internacionalidad ha sido buscada?
Nada ha sido buscado ni planificado en Depedro. Ha sido lo que ha ido saliendo. Simplemente me he ido atreviendo a las cosas.
¿Cuál ha sido el secreto?
Si lo supiera… no hay secreto salvo intentar hacerlo siempre lo mejor posible. Yo canto en mi lengua materna, que es el castellano. Pero entiendo que en el mundo anglosajón hay hambre por música que no venga solo de su fuente y hay curiosidad y ganas.
¿Qué dirías que comparten el viajar y la música?
A mí los viajes me han permitido llenarme la mochila y aprender mucho, de culturas, de música, de la manera de aprender como afrontar este negocio, esta vida.
¿Alguna música que hayas aprendido o descubierto y que se te resista a la hora de tocarla o integrarla en Depedro?
Muchas, aunque ahora las nuevas tecnologías te permiten descubrir muchas cosas. En lo de resistirse no tengo que irme a ningún sitio. El flamenco, por ejemplo. Conozco los palos, pero nunca he tenido el valor para ponerme a estudiarlo. Es algo pendiente por tiempo, por energía… tiene una factura técnica que requiere dedicarte en cuerpo y alma.
Por último, si tuviera que explicarle a mi padre qué hace Depedro, ¿qué debería decirle?
Música normal. Canciones. Me gustaría que mi música fuese música popular, algo que me parece muy ambicioso. No famosa, sino que perteneciera al cancionero popular. Que alguien coja la guitarra y en un fiesta toque una canción tuya me parece maravilloso.