“El concierto del año. Sin lugar a duda.” Esta siempre ha sido una frase de celebración y victoria que denota que acaba de acontecer una noche histórica, de esas que con el tiempo se recuerda con nostalgia, pero vivimos tiempos extraños y en esta ocasión, sin dejar de ser cierta tiene muchos matices y de mucho calado.
Y es que no podemos obviar el contexto y nos inunda una tristeza existencial mientras enfilamos el camino al escenario y vemos un Fòrum desangelado, frío y solitario. Un paisaje que en un pasado cercano rezumaba bullicio y contenía históricas e interminables sesiones de atracones musicales hoy hiberna en silencio, un silencio que romperemos por el periodo de una hora y cuarto, pero que no sabemos cuándo podremos derrotar de manera definitiva.
Nos sobreponemos al shock de ver, milimétricamente alineadas, cual escena de un desfile militar norcoreano, sillas y mesas en el lugar dónde antes había pogos, descontrol, sudores, besos, roces, amores, desamores, miradas, contacto, calor y humanidad; y nos repetimos con fuerza que nada podrá amargarnos una noche que promete.

Pedimos la enésima cerveza, en parte para olvidar y en parte para librarnos de la maldita mascarilla y de repente toma el escenario el trío protagonista de la noche y los primeros acordes de “Cae La Noche” disipan de golpe el muro de extrañeza y melancolía que nos habíamos construido en la previa. Canciones de tres acordes, melodías pegadizas y letras que se graban a fuego en nuestro cerebro hasta hacérnoslas nuestras. ¿Qué más queremos? Las pequeñas cosas, las más simples, son a menudo las que nos salvan de una existencia vacía de contenido. Mujeres, sin embargo, no son poca cosa. De la manera más sencilla consiguen dinamitar las adversidades de nuestro día a día con un halo de energía e inconformismo que nos empuja hacia adelante. Producto local de calidad que tenemos siempre a mano para que nos libre de la gris monotonía.

La gente, de repente se levanta y empieza a romper el orden impuesto por la dictadura de las mesas y sillas alineadas. El setlist navega entre los cañonazos del inconmensurable y recientemente publicado “Siento Muerte” y las canciones que habían conducido a la banda hasta ese punto. Así, la trepidante “Tu y Yo” y la desgarradora “Siento Muerte” emergen entre hits incontestables como “Ciudades y Cicatrices”, “Aquellos Ojos” o “Vete Con Él” y la gran masa cada vez es menos estática y dispersa. Brazos en alto, movimientos de cadera y pequeños amagos de micro pogos en las primeras filas. La cuota de locura no llega al nivel de cuando Pol hacía crowd surfing en el pasado, pero el ambiente empieza a tomar forma de concierto de rock.

“Un Sentimiento Importante” se apodera más literalmente que nunca de nosotros y nos ponemos tiernos mientras hacemos exaltación de la amistad. Àlex Sardà, el guitarra de Heather, sube al escenario para apoyar al trío con la delicada “Algo Memorable” y de nuevo la literalidad se hace evidente. Yago, Pol y Arnau están construyendo una velada mágica, ideal para almas sedientas de acción y sensibles ante las carencias de un nuevo mundo que apesta, que huele a muerte, pobreza y destrucción…

Ya sólo queda rematar la noche con el himno prestado por Kokoshka “No Volveré” para que todo estalle y decenas de personas bailen descontroladas con las sillas en alto en un -no- pogo histórico para dejar bien claro que podrán arrebatarnos nuestros rostros, parte de nuestras libertades e incluso la posibilidad de realizar actos culturales, pero nunca podrán derrotar nuestro espíritu mientras haya valientes que empuñes sus instrumentos y nos armen con canciones de tres acordes, melodías pegadizas y letras de esas que se graban a fuego en nuestros cerebros.
