Se respira el ambiente de las grandes ocasiones. Papel vendido hace meses y el Teatro Tívoli parece ser el lugar dónde cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad musical y social debería estar esa noche. El fenómeno Maria Arnal y Marcel Bagés ha ido creciendo exponencialmente desde la publicación del esencial 45 cerebros y 1 corazón. En una sociedad tensa, rota, exhausta por las presiones de un gobierno totalitario que ha perdido gran parte del rédito democrático por su violencia e insensibilidad con la libertad de expresión, son extremamente necesarios ese tipo de artistas que se sitúan en el terreno de la incomodidad. Esos creadores que remueven la memoria histórica a partir de bellas creaciones, esos que dicen preciosas y poéticas verdades que instan a las consciencias a arder mientras las de los vecinos más mezquinos se desvanecen.

El escenario se tiñe de rojo. Rojo como la sangre de 45 cerebros y 1 corazón que se han conservado intactos durante 80 años gracias a la –irónica- acidez y humedad del suelo en una cuneta de La Pedraja (Burgos). Los abuelos de nuestros dirigentes actuales hicieron auténticas salvajadas hace décadas y el dúo se resiste a que todo ello caiga en el olvido. Maria y Marcel son corazón y cerebro. Ella, preciosa y precisa, bombea emociones, sentimientos y sensaciones que nos enamoran y nos rebelan, que nos hacen reconciliar con el mundo y nos empujan a incendiarlo. Un animal escénico único e irrepetible. Él, desde la penumbra, computa y modula el espectáculo al mando de las seis cuerdas en su laboratorio sónico. Loops, distorsiones, ambientes y atmósferas pasan por el filtro del Dr. Bagès para generar la tormenta perfecta, para conseguir el exacto equilibrio entre la pasión y la razón, entre la belleza y la desesperación. Los visuales, austeros y elegantes también forman parte del espectáculo y suman matices tiñendo el fondo y las sombras de la pareja.

Hacen concesiones al anterior EP Verbena como «Miris on miris» o «Cançó de la Marina Ginestà», que se intercalarían entre los temas del nuevo disco, una canción inédita –«Big Data»- y una versión de El Niño de Elche –«Miénteme»-. Especialmente emotivos son el homenaje a Ovidi Montllor en «A la vida», los versos de Estellés en «No he desitjat mai cap cos com el teu» o el imprescindible texto de Brossa, «La gent», que nos hace estallar y acabar con el puño en alto. Pero más allá del repertorio e incluso de sus canciones, lo más grande que consigue el dúo es que varios centenares de personas que viven en una ciudad que ha sufrido en el último año aberraciones de toda índole salgan de allí con una sonrisa, una de esas sonrisas tensas del que no se resigna a entrar en el rebaño, una sonrisa que nos demuestra que no todo está perdido.
