Sant Jordi es la fiesta del amor, pero quizás en este 2021 aún pandémico se haya convertido en el día del ‘Clamor’. Por lo menos para los que nos congregamos el 23 de abril en el Teatre Tívoli para asistir a una de las 3 fechas consecutivas de presentación en Barcelona (lo de Barnasants era, técnicamente, en L’Hospitalet) del segundo disco de Maria Arnal i Marcel Bagés. Quizás lo suyo tenga algo de ‘Milagro’; pero es un milagro menor con mucho de lógica consecuencia por ese torrente de talento e inconformismo que han demostrado la de Badalona y el de Flix en este último lustro prodigioso. Poco más de dos discos y un par de EPs han necesitado para plantarse, por méritos propios, en el altar de la música independiente estatal. Y todo sin perder la sencillez y el trato directo. Eso sí que podría considerarse un auténtico milagro…

Sí, es cierto. La predisposición del público es máxima desde que cada una de las personas que nos plantamos en el Tívoli salimos por las puertas de nuestras respectivas casas. Habríamos aplaudido y vitoreado a Maria cantando a la Pantoja y a Marcel sacándose de la manga un sampler de una canción de Taburete (bueno, no, esto último no; uno tiene unos límites éticos; y hay bandas, en el sentido literal de la palabra, a las que habría que hacerles un cordón sanitario…). Pero como nos decía días atrás Ferran Palau en nuestro programa de radio, el arte sin público que lo disfrute es como si no existiera. Es la nada. Y en ese mismo sentido, Maria agradece a los presentes la liturgia convencida de venir a hacer de la cultura un espacio donde reaprender a convivir y a socializar. “Nos dais sentido“. Tan absurdo es mirar un escenario vacío como tocar para una sala sin público. Nos necesitamos. Nos retroalimentamos. Nos echamos en falta. Juntos y juntas creamos atmósferas, energías y el bien más preciado en esta absurda existencia individual y colectiva: emoción.

El clamor es emoción en su máxima expresión, y a eso venimos. Sólo hacen falta las primeras estrofas de ‘Milagro’ para lanzarnos en éxtasis colectivo a aplaudir y adorar y expresar toneladas de emoción reprimidas en el último año de salas cerradas y acontecimientos difíciles de entender y gestionar. Romper ‘El Gran Silencio’ de unas butacas ausentes de espectadores, y dejarnos maravillar por esa reinvención de un dúo convertido en quinteto con el omnipresente David Soler y las maravillosas Tarta Relena. Ese momento a capella de las 3 hechiceras de túnica blanca con el ‘Cant de la Sibil·la’ hilando redes sonoras invisibles con las que atraparnos el alma es de piel de gallina. Literalmente. No hay metáfora que valga.

El show, con luces austeras bailando entre el blanco y el negro y Marcel jugando con sus máquinas de sacar ruidos imposibles, entra en otro tramo en el que recuperar canciones del primer disco. Canciones también revestidas con más electrónica y menos efectos de guitarra y pedales. ‘La Gent’ continúa teniendo ese efecto poderoso de llamada a la revolución, aunque sentados ordenadamente en nuestras cómodas butacas y con las máscaras bien puestecitas tampoco estaríamos en disposición de derrocar el capitalismo salvaje que nos viola el espíritu día sí día también. La preciosa y triste ‘Ball Del Vetlatori’ consigue humedecerme los ojos, y ‘A La Vida’ vuelve a hacer de contrapunto vitalista con el que llenar nuestra existencia de SÍs, y de canciones totales que nos hagan creer que esta pesadilla tendrá su fin. Y si puede ser más pronto que tarde, mejor que mejor.


Maria, Helena y Marta vuelven al frente, traviesas, para jugar a las polifonías y los masajes vocales y dejarnos a punto para un nuevo atropello sónico con esa electrónica casi industrial que crean los chamanes de apariencia tímida, Marcel y David. Los que parece que no estén pero nos azotan bandazos por aquí y por allí. Esto no habrá Trombocid que lo cure, ya os lo digo. ‘Tú Que Vienes A Rondarme’ es la fiesta de los aplausos sincopados al ritmo que marca la canción, y por mucho que la oiga siempre hay alguna nueva frase sorprendentemente sugerente susurrando que también quiere el minuto de gloria que no le he dado en las 8.936 escuchas previas. ‘Fiera De Mí’ es juguetona (“Mis garras y tus garras en gemido gutural” es una de mis frases favoritas de los últimos… ¿200 años?), y las chicas quieren bailar. Y lo hacen desbocadas, casi poseídas en gestos chamánicos y posturas arácnidas, en un acto casi cruel para los que estamos atrapados por la estricta moral de la tiranía pandémica. Llegamos al final del concierto, aunque no sean más que fake news de nuestros tiempos…

…y es que, claro, hay bises. Momento para ‘Meteorit Ferit’ y para jugar con la platea para que las acompañemos, por segmentos del aforo, en cánticos con los que ponerle colchón a los versos de Maria. ‘Jaque’ me había pasado desapercibida en el disco, pero en directo crece hasta agigantarse, en otro de los momentos de sentirse sobrepasado por el instante. Y el show no puede acabar hasta que suene esa ‘Ventura’ de cosas que no ves y son, y locuras de dejar puertas atrás y atreverse a cabalgar. Como cada una de estas canciones con vida propia en mitad de una liturgia colectiva que no es más que un canto a la vida. Al arte. Al sentimiento. A la cultura como bien esencial. Al derecho a sentirse vivo y alegre esquivando las balas de la policía moral. Hagamos de las carencias virtudes. Hagamos el amor. Oigamos el clamor.

Setlist:
- Milagro
- El Gran Silencio
- Cant De La Sibil·la
- La Gent
- Ball Del Vetlatori
- A La Vida
- Bienes
- Canción Total
- Polifonía CDG
- Tras De Ti
- Tú Que Vienes A Rondarme
- Fiera De Mí
Bises:
- Meteorit Ferit
- Jaque
- Ventura


*Las fotos corresponden al primero de los tres conciertos en el Teatre Tívoli, el jueves 22 de abril