Lambchop (Sala Barts, festival Guitar BCN, 23/1/17)

Foto: Lorenzo Duaso / The Project
Foto: Lorenzo Duaso / The Project
Foto: Lorenzo Duaso / The Project
Foto: Lorenzo Duaso / The Project
Foto: Lorenzo Duaso / The Project
Foto: Lorenzo Duaso / The Project
Foto: Lorenzo Duaso / The Project
Foto: Lorenzo Duaso / The Project

“Si os ha gustado el concierto, somos Lambchop; si no os ha gustado, somos los Kings Of Leon”, bromeaba el pianista Tony Crow en el tramo final del show que inauguró ayer la edición nº28 del festival Guitar BCN. Y la broma esconde parte de gran verdad. Soy el primero que he disfrutado con conciertos de Kings Of Leon, o de tantísimos otros grupos directos de pop más o menos simple (sin ir más lejos, muchos de los que hablamos habitualmente en esta web). Pero bandas como Lambchop juegan en otra liga. Y sus directos así te lo demuestran. Por su personalidad. Por su inquietud, y sus ganas de experimentar. Por su tremenda capacidad de parar el tiempo y generar estados anímicos que desafían la gravedad. Y, no nos olvidemos, porqué son músicos en mayúsculas.

Y eso que ayer saltaban al escenario con el recelo acusador que me ha provocado su último disco, ‘Flotus’. Siempre es bienvenida la inquietud inconformista de los artistas por probar cosas nuevas y no acomodarse, pero quien me conozca sabe perfectamente el sarpullido que me provocan los sonidos electrónicos y las maquinitas aplicadas a la música. Y a Kurt Wagner le ha dado por ahí en su último trabajo. Y también por jugar con el auto-tune, esa caja de efectos tan de moda en el pop de radiofórmula más comercial y eso que ahora se conoce como R&B (no confundir con el rhytm’n’blues, herejes!), desde que Cher lo usara en 1998 para robotizar y afinar su voz en ‘Believe’. Como niño con zapatos nuevos, Kurt tiró de él también durante todo el concierto en la Sala Barts, enfundado en camisa de cuadros y bajo su ya icónica gorra. Pero supongo que por el poderoso efecto que tiene la música en directo, el auto-tune no molestó tanto como en el disco, que interpretó casi íntegramente. Incluso me atrevería a asegurar, y negaré haberlo dicho si no es en presencia de mi abogado, que se integraba bastante bien en las deliciosas atmósferas generadas por Tony Crow al piano, Andy Stack a la batería y Matt Swanson al bajo, conductor principal del sonido del grupo, llevándolo desde el neo-country al free-jazz con una habilidad admirable. En algunos momentos, Kurt también recuperó su guitarra de volumen tímido, y alguna canción antigua como ‘Poor Bastard’, o del disco anterior (‘Mr.M’), como ‘Gone Tomorrow’. Incluso en los bises le dio por hacer una irreconocible versión del ‘When You Were Mine’ de Prince. Pero lo cierto es que en este tipo de artistas, el repertorio no es tan importante como lo sería para grupos de hits o de trayectorias irregulares. Porque para levantarte del asiento y hacerte flotar por encima de las cabezas ajenas con los ojos cerrados, lo que hay que saber es crear atmósferas. Y de eso, la banda de Nashville va sobrada. Sus paisajes sonoros son como un masaje a 8 manos, pero por dentro de la epidermis; en vez de piel y huesos, relajan órganos y vísceras, llevándote a un estado de calma y paz interior que ignora con total premeditación lo que haya o pase fuera de esa sala. A pesar del auto-tune, que es como echarle cola a un vino Gran Reserva, estamos hablando de música adulta, en el sentido positivo de la palabra…

Fotogalería: Lorenzo Duaso / The Project

Escrito por

Rarito como un tema de Sonic Youth; me excito con el ‘Psycho’ de los Sonics; si me cabreo, Pistols, RATM, Sandré, riot grrrls o Los Punsetes; me ponen igual soul, r’n’b, ye-yé, garaje, punk, r’n’r, indie o brit-pop. De mayor quiero ser Patti Smith, Iggy o John Waters. Ateo hasta que conocí a PJ HARVEY. Fui negro en otra vida… y hago el impostor como periodista musical y deportivo en radio, TV, webs y revistas varias.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *