Godspeed You! Black Emperor (Apolo, 14/11/19)

Godspeed You! Black Emperor (Foto: Ignasi Trapero)
Godspeed You! Black Emperor (Foto: Ignasi Trapero)
Light Conductor (Foto: Ignasi Trapero)
Light Conductor (Foto: Ignasi Trapero)
Light Conductor (Foto: Ignasi Trapero)

Entre la bulliciosa oferta de conciertos de Barcelona, la convocatoria de Godspeed You! Black Emperor se cuela sigilosamente en la sala grande del Apolo. Aunque no vienen a presentar nuevo disco, -el último fue ‘Luciferian Towers’ en 2017-, tampoco les hace falta, ya que siempre sorprenden con temas inéditos. La multitud de fieles seguidores de la banda acudirá sin falta a calentarse al fuego de uno de los mejores directos del post-rock en la noche más fría de este avance invernal.

Light Conductor (Foto: Ignasi Trapero)

Para hacernos entrar en calor se ofrecen Light Conductor, el proyecto experimental de Jace Lasek (The Besnard Lake) y Stephen Ramsay (Young Galaxy), acompañados por Olga Coreas, pareja de Lasek y parte de The Besnard Lake. Alrededor de una mesa, sin más luz que un par de focos tenues iluminando el equipo, la banda nos acogió con un largo y cálido abrazo sónico que salía de sus sintetizadores analógicos vintage. La progresiva modorra lisérgica sólo se vería perturbada por la irrupción de un beat que abandonaron, retumbando solitario en la sala, mientras Lazek y Coreas agarraban sus guitarras, y Ramsay corría a liderar las voces. Avanzaron juntos al frente del escenario para soltarnos una jarra de distorsión drone y gritos armoniosamente mantenidos que nos fueron devolvieron a la destemplada realidad.

Godspeed You! Black Emperor (Foto: Ignasi Trapero)

Con la temperatura bien tomada a la sala, los miembros de Godspeed You! Black Emperor iban apareciendo sobre el escenario de forma escalonada, acompañados por los aplausos agradecidos de una parroquia entregada a sus ídolos, y se sentaban formando algo parecido a un círculo mágico que lograba enmudecer la sala. Arrancan las primeras notas de ‘Hope Drone’, a cargo del violonchelo y del violín, y completan la formación tres guitarras, dos baterías y hasta dos bajos centrados bajo la íntima luz de los mismos focos cálidos.

De fondo, en la proyección audiovisual, aparece titubeante la palabra “hope” (esperanza), en referencia a la época Obama en que fue compuesta la canción. Y es que, a pesar del descalabro Trumpista, o incluso de nuestra actual intrincada situación política, la tensión monótona de esos acordes sublimemente sostenidos consiguen irrigar a toda la sala ese sentimiento de que sí se puede.

Godspeed You! Black Emperor (Foto: Ignasi Trapero)

Con ‘Bosses Hang’ y ‘Anthem For No State’, los cortes más memorables y antisistema del último disco, consiguen sacudir la complacencia en la que nos habíamos sumido después de la esperanza alienante de ‘Hope Drone’. El resplandor extático de las guitarras arañando un potente riff -mientras pasan las imágenes de edificios vacíos a medio construir, abandonados a su degradación- contrasta con un juego rítmico que llama a la marcha; y en su apoteosis final, la canción se acompaña de imágenes que incitan a arrancar adoquines y levantar barricadas.

Para aplacar nuestra natural tendencia a lanzarnos a las calles, intercalan dos temas inéditos: ‘Glacier’ y ‘Cliff’. Aunque de crecimiento más lento, poseen la misma factura que algunos de los temas de ‘Luciferian Towers’. Una tregua para nuestras conciencias agitadas que nos permite vagar la mirada por los paisajes que aparecen en la proyección, con traqueteo límbico, y sin más dirección que el camino. Las progresiones post-rock levantan el vuelo poco a poco, apoyándose en riffs que son pura tensión melódica, y que recuerdan lo más épico de los duelos de muerte, hasta estallar en una resolución triunfal.

Godspeed You! Black Emperor (Foto: Ignasi Trapero)

Cierra el círculo de fuego ‘BBF3’, segundo corte de ‘Slow Riot For The New Zero Kanada’, una perfecta canalización del hartazgo de la clase media. A través de la locución musicada de un estadounidense “white trash” que explica cómo fue a pagar una multa de tráfico. Sentimos como se eleva la rabia, la frustración, pero también la liberación, en el relato sobre cómo se dirige al juez, la única autoridad ante la que puede desahogarse. Entre tanto, la guitarra de Efraím y el violín de Trudeau atizan la tensión dramática con un diálogo perfectamente acoplado que acaba explosionando en un muro de sonido brutal.

Salimos de la sala satisfechos por el baño catártico y un poco nostálgicos porque sabemos que tardaremos un buen rato en volver a disfrutar de la ceremonial actuación de esta banda. Y es que la mera subsistencia de GS!BE nos devuelve el ánimo frente a un panorama musical engullido por el “show bussiness”.

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