Que Els Surfing Sirles hayan vuelto para dar cuatro conciertos es una putada. Básicamente, porqué serán sólo cuatro (última oportunidad, 3 de noviembre en el Konvent Cal Rosal de Berga!) y porqué nos han recordado lo enormes que eran (son) y cómo les echamos a faltar. Y también lo necesarias que son bandas como ésta en un panorama musical tan escaso de sarcasmo, humor negro, mala leche y ultraescepticismo. La sobredosis de ukeleles y de, como dice un buen amigo, “música de payasos del circo” que ha impregnado el panorama independiente catalán de los últimos años es insuficiente para combatir este absurdo mundo de mierda que nos rodea, y es por ello que se echan en falta más bandas como ellos. En tiempos donde la libertad de expresión está secuestrada por los hipócritas guardianes de la moral y lo políticamente correcto, y donde el día a día es una colección de estupideces, demagogias y hostilidades por parte de cretinos, fascistas, manipuladores y mala gente vestidos con americana y corbata que engañan a subnormales sin dos dedos de frente ni sentido crítico alguno, irte a un concierto donde se hacen bromas por igual sobre Miguel Ángel Blanco, el Parlament catalán y sus esnifadores de pegamento, niñas muertas que se caen de un columpio, ETA, Chiquito o DJ Sideral es un soplo de aire fresco para nuestra higiene mental. O más que soplo, habría que decir huracán, porqué los renovados Sirles arrasaron en una sala que sudó sangre, cerveza y romaní (romero, joder, que entre mi adoctrinamiento escolar y la falta del Traductor Google os perdéis…).

Martí Sales (voz), Guillem Caballero (teclados y voz), y Xavi Garcia (batería) se acompañaron de Joan Colomo a la guitarra y Mau Boada al bajo (Esperit!). Era inevitable recordar al desaparecido Uri Caballero, y empezaron con un recordatorio de su hermano y una declaración de intenciones: sí, el show se iniciaba con ‘Cançó-Funeral’ y querían celebrar las canciones que escribieron los cuatro juntos. Pero sobretodo, esto iba a ser una celebración de la VIDA. Y vaya si lo fue, la madre que los parió. La primera de las dos noches en la sala Sidecar fue un desmadre de cuerpos rebotando los unos con los otros, cervezas volando, saltos, pogos, gritos, risas o gente haciendo crowdsurfing, que vendría a ser surfear estirado sobre las cabezas de los demás pero dicho a lo moderno. Pero a la vez, también fue una exhibición de la grandeza espontánea de una trayectoria fugaz pero repleta de grandes canciones de espíritu punk y melasudista y formas variopintas, que van desde el pop al garaje y lo que les salga de las narices (o lo que les entre por ellas).

El imaginario popular a pequeña escala de los Surfing Sirles que desfiló por Sidecar incluye abuelos drogados y cantos al Diazepán, la Viagra y el vino tinto (‘El Meu Avi’), instintos asesinos hacia niñas del Esplai (‘Esplai Girls’), apocalipsis que si no se cumplen harán que U2 siga sacando DVDs (‘Annunakis’), Massiel o Yul Brinner (‘El Trineu’), rituales con romero, semen y sangre para reivindicar sus orígenes (‘Montseny’)… también hubo momento para improvisaciones de Guns’n’Roses, sardanas populares, el himno del PP o clásicos ochenteros horteras como ‘Baker Street’. Y claro, para himnos propios que no pretendían serlo pero es imposible que no lo sean: ‘Taxista’, ‘Escolti, Senyora Onada’, ‘Peatge’, o mis favoritas ‘La Gent i Jo’ (no hay quien entienda una mierda a los demás, esto es así…) y ‘Pubilla De Cuixa Forta’, que acabó de desatar el caos absoluto en un Sidecar con las entradas agotadas para las dos fechas en pocas horas, hace ya semanas. “El que ens mou és el desig de trencar totes les coses”, dicen en ‘UK A Cavall’. El día que esa voluntad de romper con todo este mundo de mierda se propague entre la población, nos quitamos de encima a la chusma política y económica, y nos hacemos independientes en 24 horas… Vila de Gràcia libre y tropical, Barcelona nuestro barrio marítimo, y el Montseny paraíso fiscal y cultural. Larga vida als Surfing Sirles!
