No hace ni una semana escribía sobre las sensaciones que nos dejó el Vida 2021, y vuelvo a plantarme ante la pantalla tras haber vivido otro de los macrofestivales pioneros de este verano: el Cruïlla. Según los datos facilitados por la organización, el festival barcelonés ha congregado 52.000 personas en 3 días de conciertos en el Parc del Fòrum, y los tests de antígenos previos detectaron un total de 284 positivos (126 el jueves + 89 el viernes + 69 el sábado). Haciendo una regla de 3 rápida, eso implicaría que un 0’55% del total de asistentes no llegaron a entrar (así como sus acompañantes convivientes), y se les devolverá el dinero de la entrada o abono. En plena oleada de contagios en Catalunya, me parecen lícitas las voces que cuestionan la celebración de estos macroeventos ahora mismo, y estos días me he vuelto a hacer la pregunta de si no había sido precipitado hacerlos ya este verano. Pero de la misma manera, las sensaciones en lo musical y en lo social han sido fantásticas, y disfrutar de los conciertos ha sido un soplo de aire fresco y un chute de energía anímica, después de todo lo vivido en el último año y medio.

Hay que decir que la organización del Cruïlla ha sido espectacular, y personalmente no me he sentido inseguro en ningún momento (opinión generalizada de todas las personas con las que he coincidido estos días). Cero colas y proceso ágil y perfectamente diseñado en el momento de hacer los tests de antígenos, resultados en 15-20 minutos, fuerte presencia de seguridad y cuerpos policiales para evitar aglomeraciones en la entrada (por momentos hasta daba miedo la sensación de distopía y nos venían a la cabeza novelas que tod@s hemos leído de Orwell, Huxley, Bradbury… visionarios de nuestros tiempos una cuantas décadas atrás), escenarios perimetrados para no poder acceder con bebidas a la primeras filas (lo que facilitaba ver los conciertos en las zonas delanteras con espacio y sin agobios. Hemos llegado a correr y dar brincos entre bailes en la zona lateral delantera de algunos de los cabezas de cartel, guardando distancia con los espectadores más cercanos en todo momento), continua presencia de agentes cívicos y miembros de seguridad itinerantes para que la gente llevara en todo momento la mascarilla FFP2 facilitada a la entrada y reprender a los fumadores… sinceramente me parece que a nivel de organización se hizo todo lo que estaba en sus manos para facilitar una experiencia segura. A partir de aquí ya estaría la responsabilidad individual de cada un@ para seguir las normas con sentido común, cosa que mayoritariamente se cumplió (con excepciones, sí, como en el resto de ámbitos de la vida pandémica). Y tampoco hay que olvidar la responsabilidad de las autoridades para dar luz verde o rectificar las decisiones previas si realmente era necesario. Personalmente habría encontrado razonable la suspensión, vista la evolución de la pandemia en los días anteriores, pero siempre y cuando fueran consecuentes y las restricciones se aplicaran también al resto de sectores o situaciones (hoteles, bares y restaurantes, piscinas y playas, transportes públicos repletos de gente que va a trabajar, movilidad aérea o marítima, ferias y congresos, estadios deportivos, etc.). Con un virus tan aleatorio y que no afecta por igual a todo el mundo, el riesgo está en todas partes y en todas las situaciones. Y lo que no entendería es que no me dejaran disfrutar de la música en directo llevando mascarilla en todo momento y habiendo pasado un test de antígenos en las horas previas, y en cambio pueda ir a cenar sin problemas ni debates morales a un restaurante repleto de gente sin mascarilla, con poca distancia entre mesas y escasa ventilación. La salud y el bien común por encima de todo, sin ninguna duda, pero que no criminalicen y paguen siempre l@s mism@s.

Y LA MÚSICA VOLVIÓ AL PARC DEL FÒRUM

En estos últimos meses he pasado un montón de veces con la bicicleta por un Parc del Fòrum solitario, triste y desangelado, y verlo estos días nuevamente lleno de vida y de gente que venía a disfrutar de la música ha sido francamente emocionante. Tras una jornada del jueves marcada por el rap y los sonidos urbanos (con conciertos como Kase O, Rayden o Natos y Waor), el viernes nos plantamos allí con la excitación de un cartel con el eclecticismo habitual del Cruïlla, pero con tirada para las guitarras y los sonidos indie. Al llegar, Ana Tijoux se mostró reivindicativa, con canciones y proclamas antifascistas, antimonárquicas o anticolonialistas, animando a los barceloneses a avergonzarse por la estatua de Colón que, tristemente, sigue siendo uno de los principales reclamos turísticos de esta ciudad de cartón piedra. Bajo un sol veraniego resplandeciente, Delafé hicieron brillar sus canciones vitalistas y nos sacaron los primeros bailes. Fue la primera ocasión para disfrutar de ese perímetro delantero de los escenarios en el que moverse con facilidad y anchura. Lo de Carolina Durante fue, como lo de Mujeres en el Vida, arrollador, y uno de los conciertos más similares a la prepandemia. Su colección de hits (tanto del primer disco como los últimos singles que preceden al segundo álbum venidero) provocaron cánticos, euforias y pogos enmascarados, que tienen más mérito que los de antes, con un Diego desbocado y emocionado por el primer concierto de estas características en mucho tiempo. Sopa de Cabra provocaron la nostalgia de la multitud, que coreó ‘L’Empordà’ desde la zona de food-trucks. Otro de los karaokes del día llegó con La Casa Azul, haciendo bailar a todo el mundo con sus píldoras electro-pop y hasta con un homenaje a Rafaella Carrá. Y la euforia multitudinaria de ‘La Revolución Sexual’ fue uno de los grandes momentos de comunión colectiva del festival. Sin tiempo casi ni a avituallarnos, Two Door Cinema Club nos hicieron pellizcarnos para creer que aquello estaba pasando en realidad: al fin un concierto de una banda internacional de renombre! Y aunque Alex Trimble nos hizo sufrir de lo lindo con ese jersey de cuello alto y la americana (muy elegante, todo sea dicho…), los irlandeses nos hicieron bailar y sudar hasta la extenuación desde el ‘I Can Talk’ inicial hasta, claro está, la esperadísima ‘What You Know’ que nos dejó en el cielo. Ese viernes no había tregua y nos fuimos a todo ritmo a ver el tramo final de unos Novedades Carminha también muy emocionados y que nos dieron ‘Mucho Nivel’ y una buena ‘Verbena’ festivalera. Mientras Manel provocaba más coros a esas horas de la madrugada (con su cantante Guillem Gisbert luciendo camiseta de #FreeBritney), y a falta de unos Editors que nos hubieran sabido a gloria (el único ‘pero’ a la organización de todo el fin de semana: no haber buscado unos sustitutos sonoramente más afines a los ingleses), cogimos fuerzas en la zona de restauración para rematar la noche con la sesión de 2 Many DJs (más electrónica de lo que personalmente habría deseado…).
SÁBADO

Hubo doble suspensión el último día del Cruïlla: primero, la de Tom Walker, y a pocas horas del concierto, la del que iba a ser su sustituto, Xoel López. Así que empezamos la jornada tranquilamente con los cómicos del Cruïlla Comedy antes de ir a ver a un clásico del pop estatal ante un público que subía la media de edad: Coque Malla se mostró rockero y con ese puntito canalla habitual, y no sólo defendió sus canciones sino que también tiró de nostalgia con el ‘Adiós Papá’ de su época en Los Ronaldos, además de dar las gracias las personas “valientes, rigurosas y decididas” que consiguieron hacer realidad este Cruïlla 2021. Leiva e Izal enlazaron dos de los conciertos más multitudinarios del día, mientras Fuel Fandango nos hicieron bailar con su particular mezcla de flamenco y electrónica. Personalmente el primer concierto que esperaba ese día no llegó hasta pasada la medianoche, con unos León Benavente también emocionados y agradecidos al Cruïlla y a los asistentes por hacer posible este milagro musical en los tiempos que corren (esa fue una tónica entre la mayoría de artistas, como ya pasó la semana anterior en Vilanova). Morcheeba protagonizaron otro de los conciertos internacionales del festival, recordando alguno de sus clásicos y presentando las canciones de su nuevo disco, ‘Blackest Blue’. Espectacular el vestido y sombrero negros de Skye Edwards, por cierto. Una de las bandas que jugaban en casa eran Dorian, y el suyo fue un show festivo, con cañones de humo, serpentinas, confeti y grandes himnos de pop electrónico coreados por la multitud, como ‘Paraísos Artificiales’, ‘Los Amigos Que Perdí’, ‘A Cualquier Otra Parte’ o ‘La Tormenta De Arena’. Y el final de fiesta nos llevó también a tiempos lejanos sin miedo a virus ni pandemias, con la sesión de DJ Amable entre hits de New Order, Arcade Fire, Stone Roses, James… canciones que hemos bailado tantas veces dejándonos ir completamente, pero que en esta ocasión tuvieron un punto de contención forzada por el contexto. ¿Habrá más festivales próximamente? El tiempo y la pandemia lo dirán…
