En sus diversas ediciones, el Bis Festival se ha configurado como un reducto sincero de ciertas esencias inmutables del indie español de los últimos treinta años. Una sería la convivencia compleja que tenían el pop más colorista y el ruido, terreno donde el pasado sábado volvíamos al punto de origen: si entre 1997 y 1999 Mercromina lograron con “Hulahop” y “Canciones de andar por casa” un notable e inesperado éxito, también fue la época de la explosión de Los Fresones Rebeldes, que llegaron a acechar las radiofórmulas en una época en la que lo comercial y lo verdaderamente alternativo no eran vecinos en Spotify. Ambos Joaquines, Espada “Fresón” y Pascual “Mercrómina”, se encontraban el pasado sábado en Paral·lel 62, el primero como espectador, prestando especial atención a unos herederos de espíritu como Malamute, y el segundo regresando con ganas de mostrar que sus canciones siguen vigentes. Todo cambia, nada cambia o como se escribiera esa sobadísima mención a “El Gatopardo”.

Por el contrario, la jornada se iniciaba con Maria Rodés acompañada de La Estrella de David, un heredero de la escena noise reconvertido sabiamente a artesano del pop o esta vez del country patrio, gracias a un magnífico disco conjunto, “Contigo”. Si bien su concierto tuvo retazos de la brillantez del disco, resultó algo trastabillado por las interrupciones, especialmente en el tramo inicial, quien sabe si por problemas de horario o del covid que días antes había afectado a Rodés. Un cancionero impecable, con visitas al último disco de Rodés o también una versión de Jonston, pero tratado de manera desigual.

También hubo interrupciones en el concierto de Ghost Transmission, quizás algo más esporádicas pero que no lastraron tanto su directo, tan respetuoso del noise de The Jesus & Mary Chain apuntalado con melodías algo más apartadas en el tiempo. En sus mejores momentos la conjunción entre las voces de Miriam i Txatxo resultó impecable.

Malamute venían luego, y suyo fue el acelerón más pronunciado de la jornada. Tras otro inicio dubitativo, esta vez culpa de una voz que apenas se apreciaba, el grupo cántabro/madrileño encaró un crescendo gracias a su pop directo y sin complicaciones, y acabó con parte del público en el escenario en una eufórica traca final con ‘La Oreja de Van Gogh’ y ‘La Espiral’.

Luego asomaban Medalla, que han tenido cambios de formación y algún mínimo desvío de estilo (el inicio con ‘Altares’) desde su celebrado concierto del Bis 2019, pero su energía sigue intacta. Interpretaron su brillante y reciente ‘Esperpento’ y en un tramo final imponente la irónica oda a hacienda de ‘Devoto Cardenal’ o las decenas de saltos de Adrià a la guitarra apuntalaron otra de sus exhibiciones escénicas.

Y el final era el regreso. Igual que con el celebrado concierto de The Cure dos días antes, Mercromina sabían que su repertorio nació atemporal y por este motivo ‘Lo que dicta el corazón’, ‘Cacharros de cocina’ o el final atronador de ‘En un mundo tan pequeño’ y ‘Evolution’ apuntalaron el concierto más solido de la noche, y el que se benefició más del impecable sonido de Paral·lel 62, la sala que con su nueva gestión va a acoger más eventos similares. Y bien que lo celebramos.