No voy a ser quien les diga qué modelo de música en directo es el suyo. Pero eventos como este crean afición. Suena a cliché, pero pueden creerme.
El colectivo “Ojalá esté mi bici” celebró quince años de conciertos tal y como la bici quería. Variedad, precios populares, una organización que funcionó como un reloj y la participación de dos recintos cómplices, El Pumarejo en L’Hospitalet y l’Ateneu de Nou Barris en Barcelona. En este último la bici fue literal, en el vestíbulo se encontraban dos bicicletas atadas a sintetizadores analógicos que permitían a cualquier curioso improvisar sonidos electrónicos. Ralf Hutter daría su aprobación.

El panorama musical fue extenso y rocoso con un punto de impredecible. En su vertiente internacional brilló especialmente el neo-blues rock de Reciprocate, liderados por el guitarrista Stef Katt, presente también en grupos como Price Attack (junto a un Gallon Drunk y un músico de Thurston Moore) o Abigail Snail. En Nou Barris su grupo alternó gritos y fraseos de guitarra que emocionarían igual a barbas y a crestas. También destacó el prog-rock de los estadounidenses The Conformists o el rock directo de los franceses Bruant Zizi (con el escenario entre el público) crearon una unión rockera que tuvo su versión de desparpajo punk/new wave con las británicas Nape Neck o los polacos Atol Atol Atol. En su isla quedó Zaleska, pseudónimo de la vertiente más “dark” de la contrabajista italiana Caterina Palazzi, a caballo entre el jazz, la electrónica y pasajes que no desentonarían en un “Giallo” contemporáneo.

¿Y la representación local? Ver a Los Sara Fontán es una experiencia única entre melodías imposibles y ver a Edi Pou hacer bailar la batería. Nerobambola se presentaban al completo (Tarta Relena incluidas) convirtiendo su actuación en un ejemplo de complicidad.

Si pueden, no se pierdan alguna de las actuaciones de Tomomi Kubo, artista japonesa residente en Barcelona que elabora paisajes sonoros propios tocando una reproducción fiel del ondes martenot, que presentaba un primerizo sonido nuevo, más melódico que el ruidismo de sus dos primeras referencias. En terreno de guitarras, Balcanes presentaban un directo que rememoraba via rock con aliñado industrial la intensidad añeja del ruido de su Asturias natal, mientras que los reusenses Sota Terra se mostraban como un muy profesional grupo de metal. Los malagueños Shonen Bat buscan un sonido más emo al tiempo que los barcelo/berlineses Jejeje le dan más a un ruido más minimalista. El proyecto de electrónica analógica de Trompeta se mostró atractivo cuando los sintetizadores quisieron funcionar, mientras que el binomio Croqueta Infinita / Maria Navidad ahondaba en lo instrumental alternando ruido y melodía. Es posible que les suenen pocos nombres de la ristra que he soltado, de hecho muchos de ellos no tienen ni cuenta en Instagram (pardiez) pero cojan la bici y presten atención.
