Sebadoh lo apostaron todo a una carta: la del indie-rock energético. Y les salió bien. De hecho, más que bien. En poco más de hora y media de directo el trío de Northampton (Massachusetts) desplegó un sonido contundente hecho de guitarra, bajo y batería. Lou Barlow, Jason Loewenstein y Bob D’Amico exprimieron con veteranía su ímpetu rítmico para defender un repertorio poderoso. Dejaron de lado los matices taciturnos, característicos de sus grabaciones más emblemáticas, para abordar plenamente la electricidad.


Los norteamericanos presentaron las canciones del noveno disco de su trayectoria, un convincente Act Surprised (2019) grabado junto al productor Justin Pizzoferrato, ingeniero de sonido de Dinosaur Jr. También repasaron a fondo, y en clave vigorosa, los momentos más significativos de su carrera. La versatilidad estilística de sus discos más reconocidos no hizo acto de presencia. Esos pasajes folk de cadencias acústicas y esos estribillos pop de letras precisas fueron soterrados bajo un marasmo de rock, un tsunami de decibelios. La densidad de la amplificación incorporó sutilmente la emotividad a través de la vitalidad escénica de sus miembros. Su actitud en el escenario resultó contagiosa en cada una de las canciones pero ello fue en detrimento de los matices. Si las voces de Lou y Jason quedaron soterradas por el significativo volumen, sus melodías pudieron percibirse, ligeramente, bajo un espíritu punk. En resumen, que sonaron más a Hüsker Dü y Shellac que a Pavement y Yo La Tengo. Aunque quizá debería decirse que asumieron plenamente la visceralidad de Dinosaur Jr para olvidarse de los medios tiempos de baja fidelidad.

“Beauty on the Ride” de Harmacy (1996) inauguró el concierto. En los primeros temas la voz de Lou Barlow y su guitarra eléctrica –todo eléctrico, nada acústico– marcaron la pauta. “Not a Friend” del disco Bakesale (1994) y “Soul and Fire” de Bubble and Scrape (1993) sonaron rejuvenecidas. Tras este primer bloque Jason Lowenstein dejó el bajo e interpretó las canciones más desgarradas del reciente disco. “Fool”, “Phantom”, “Raging River” y “Stunned” sonaron seguidas. Entre las canciones del último larga duración destacó el brillante single “Sunshine”. “Careful” resultó esplendorosa. Aquí los cánticos de Lou Barlow, desgañitando sus cuerdas vocales, rememoraron la actitud slacker propia de la Generación X. Con ella se cerró el primer bloque. Ya en los bises “Magnet Coil”, “License to Confuse” y “Ocean” sonaron grandiosas. Con “Skull” se olvidaron del tono melancólico para abrazar la potencia melódica.


Cerraron el concierto con “Brand New Love” del disco Smash Your Head to Punk Rock (1992). Su pausado tramo inicial dio paso a un vendaval eléctrico que sirvió para concluir un concierto embriagador. Buena parte de la audiencia lo transmitía en sus rostros. Fue emotivo pensar que tres responsables del indie-rock yankee de los noventa pudieran defender su repertorio con tal nivel de intensidad. En mayo de 1995 actuaron en la misma sala –llamada Zeleste por aquél entonces– junto a SMOG (Bill Callahan). En 2005 Lou Barlow interpretó sus canciones en la Galería Iguapop en versión acústica. No los pude ver en ninguna de las dos ocasiones, tampoco en los directos de festivales (FIB y Primavera Sound). Presenciarlos muchos años después de su eclosión dentro de la escena del rock independiente fue toda una alegría; un signo indudable de vitalidad.
Previamente los teloneros Dearly Beloved, procedentes de Ontario (Canadá), habían ensordecido al personal a base de punk-rock post-adolescente. Los seis músicos llenaron el escenario de entusiasmo y volumen, mucho volumen. El momento curioso de la noche lo protagonizaron la cantante de rasgos orientales y el bajista –un frontman con camiseta de Led Zeppelin–, enzarzados en un duelo musical insólito entre el público, a lo Ian Svenonius.
