No es ningún secreto que, de entre las muchas bandas que me cautivaron en plena explosión de la escena brit-pop en los 90s, Suede es mi favorita. Así que cualquier excusa es buena para escribir sobre ellos. Van ya camino de los 30 años de vida, y en este 2018 han sido actualidad por la edición del 25 aniversario de su álbum de debut, y ahora también por la publicación de su nuevo disco, ‘The Blue Hour‘, que sale este próximo viernes. Pero eso no es todo, porqué hace ahora unos días salió a la venta la edición en castellano de la biografía de su cantante y líder, Brett Anderson: ‘Mañanas Negras Como El Carbón‘ (‘Coal Black Mornings’ en la edición original inglesa), editado por Contra.
Personalmente, adoro las biografías de músicos, tanto en papel como en documentales. Y cuando ya has leído o visto decenas de ellas, se agradece un libro tan honesto, sensato y lejos de las historias azucaradas de héroes semidivinos que conquistan la fama con su constancia, esfuerzo y tesón por encima de la media. Y eso que Brett Anderson y Suede tuvieron que picar mucha piedra para pulir y disimular lo malos que eran al principio, según palabras de su cantante. La sinceridad de Brett en estas casi 200 páginas tiene muy poco que ver con el glamour con el que se asoció a Suede, especialmente a partir del tercer disco, ‘Coming Up’. Pero, curiosamente, otra de las grandes virtudes de esta autobiografía es que no llega al momento en que la banda conoce el éxito, sino que se centra en la infancia y juventud de Anderson. Y sí, el muy cabrón (dicho con todo el cariño y respeto a esta figura clave del pop británico de cambio de siglo) te deja con la miel en los labios. Confiemos que sea cierto eso de que habrá una segunda parte de sus memorias.

‘Mañanas Negras Como El Carbón’ es uno de aquellos libros que devoras en horas/pocos días. Y tengo la sensación de que incluso sin ser fan de la banda también puede llegar a enganchar. Por la historia en sí de un chaval hijo de familia pobre (el ‘Do It Yourself’ llevado a la vida doméstica) que sobrevive en Haywards Heat, ciudad periférica entre Londres y Brighton. Por sus episodios cercanos a la muerte en al menos un par de ocasiones. Por personajes como sus padres (ella con sensibilidad artística y estoica sentimental; él devoto de la música clásica y de Liszt, y con un temperamento cambiante e imprevisible), su hermana Blandine (que le abrirá los oídos más allá de los gustos iniciales de Brett por el punk), sus futuros compañeros de banda Bernard Butler, Matt Osman y Simon Gilbert, o, claro está, uno de los dos grandes amores de su vida: Justine Frischmann, futura cantante de Elastica, y que le dejó por un tal Damon Albarn (al que se refiere de forma punzante en un par de momentos del libro… pero sin mentar su nombre). ¿Quién iba a decir que dos títulos de Blur (‘Modern Life Is Rubbish’ y ‘Popscene’) eran en realidad episodios o fragmentos de vida de Brett y Justine…?

Y, por supuesto, otra de las grandes virtudes de este libro es su prosa: Brett Anderson revela todo su talento literario, que ya intuíamos en muchas de las letras de sus canciones, y se muestra como un narrador franco y sincero, que no maquilla realidades grises u oscuras. Describe a la perfección la atmósfera decadente en la que creció, en aquella Gran Bretaña de los 70 y los 80 que acabó por condicionar la personalidad de muchos de sus jóvenes habitantes. Especialmente aquellos que se sentían inadaptados o marginados, como el mismo Brett. Desprende un estilo culto y elegante pero no especialmente pomposo, y tiene una visión hasta cierto punto amable, racional, y nada revanchista con las personas que protagonizaron algunos de sus principales roces y conflictos (bueno, excepto cuando se refiere al innombrable, claro…). Y sí, como en tantas otras biografías literarias o documentales, me vuelve a despertar ese eterno y recurrente sentimiento de por qué narices no monté yo una banda cuando tenía 18 años. Maldito empanado…