No era la noche más propicia para salir de casa. Fuera, en la calle, llovía como si no existiera un mañana. Pero la vida sigue. Y el Let’s Festival también. A los que nos gusta la música en directo estábamos dispuestos a correr el riesgo. De que nos parta un rayo. De llegar empapados al Salamandra para ver Los Vinagres y Guadalupe Plata. Y llegamos. Enteros y casi empapados.
Comenzó el bolo algo pasadas las nueve de la noche, con la sala más vacía que llena y Los Vinagres con ganas de levantar al personal, de hacernos olvidar esos pies mojados bailando. Se arrancaron con “José Vélez” y una energía desmesurada, quizás para el que no los conozca, pero dispuestos a hacernos disfrutar. Un mestizaje de rock ruidoso con aires de blues o punk por momentos. Con “Aguardiente” continuaron con empeño en aplicar energía en una sala que poco a poco se fue llenando. Fueron cayendo las canciones y el público fue reaccionando, y es que de una forma u otra te acaban arrancando más de una sonrisa y algún que otro bailoteo. Los estribillos y melodías de “Morena” fueron ayudando a una sala cada vez menos fría y ya con la “Chibichanga” -o como la llaman ellos- todo el mundo estaba dando saltos. Algo menos de una hora para un grupo que no lo tuvo fácil al inicio del concierto y que gracias a su energía y su empeño consiguió acabar con la sala entregada a un estilo de música que entra. Tanto por el oído como la vista.
El Let’s continuaba, al igual que la tormenta, y a las 22:30, con la única imagen de rojo y humo sobre el escenario, llegó Guadalupe Plata. Comenzaron a tocar y la atmósfera creada en la sala era especial. Su capacidad de generar emociones es única. El sonido que generan hipnotiza, un blues que te abstrae de todo lo que te rodea. Simplemente con guitarra, voz, batería y bajo. Que se dice pronto. “Tormenta” sirvió para comenzar un viaje rudo, redescubriendo sonidos que parecen anclados en un pasado que han rescatado para hacerlo suyo. El repertorio fue fluyendo sin pasar desapercibido para el público, que continuaba en estado de hipnosis, disfrutando de esa involución de la que alguna vez habla el grupo. Con“Hoy como perro” o “Cementerio” continuaron dando muestras de ese blues contundente, sin grandes letras que consiguen calarte, más que la lluvia de fuera. Con algo más de una hora sobre el escenario se cerró un concierto que más de uno recordará por lo escuchado, por lo vivido, lo sentido en una noche en la que salir en plena tormenta fue una gran decisión.
FOTOS: Iván Gil