Tocar en Barcelona y alrededores en la semana del Primavera Sound podría ser considerado valiente, arriesgado o, directamente, una temeridad. Pero, según nos explicaba ella misma después del concierto en la sala Heliogàbal de la Vila de Gràcia, cuando cerró esta fecha Lael Neale desconocía que le coincidía de pleno con el macrofestival barcelonés. Así, en una noche en que en la ciudad había conciertos de Black Country New Road, Melody’s Echo Chamber, Las Robertas, The Waeve, The Comet Is Coming, Just Mustard, La Paloma o Pup, tiene mucho mérito que la artista de Virginia congregara a tanta gente en la reformada sala graciense (¡y qué bien ha quedado!), ahora con el escenario ubicado en la parte nueva (entrando a la derecha, si has estado alguna vez), en un concierto organizado por La Castanya.

La noche empezó con EJ Marais (Edward John Marais), artista y productor nacido en Brighton, con raíces inglesas y sudafricanas, pero barcelonés de facto, y que también vivió un tiempo en Estambul, donde compuso su primer disco, ‘Cuts’ (2020), producido por Ekhi de Delorean (de hecho, les teloneó en su gira de despedida de 2019). El set empezó con electrónica minimalista instrumental y él solo en el escenario, acompañado por un teclado presidido por una nube luminosa que le daba personalidad al set. Posteriormente también cogió una guitarra acústica y se unió Aleix Andorrà con otra eléctrica, y las canciones fueron viajando por momentos de aires funk, pop sintético o sonidos urbanos con autotune, como en ‘Love.mp3’ (canción que, en su día, una tal Rosalía escogió entre sus favoritas de aquél año). Un show calmado, diverso y que recogió los aplausos de un público educado, atento y silencioso, demostrando que lxs presentes estaban allí por la música, y no por el postureo.

Salió Lael Neale al escenario y lo primero que nos llamó la atención fue el extraño instrumento gris que la acompañaba, dispuesto como un teclado, pero con formas redondeadas y montones de teclas en forma de botón: se trataba de un Omnichord, instrumento casi de juguete creado originalmente en los 80 como sustituto electrónico del arpa, con una placa de toque que Lael acariciaba con suavidad mientras presionaba los botones de acordes disminuidos. Desde la inicial ‘Acquainted With Night’ todo el público nos quedamos embobados siguiendo sus dedos y escuchando esos sonidos mágicos, etéreos, mezclados con la dulce voz con muchos momentos de falsete. Como una extraña y personalísima confluencia de dream pop y folk, o quizás podríamos llamarlo dream-folk.

Y es que canciones como la preciosa ‘Every Star Shivers In The Dark’ bien podrían haberla firmado los mismísimos Beach House. Salió a acompañar a Lael su cómplice sónico y productor Guy Blakeslee (miembro de The Entrance Bad que en 2020 fue atropellado, quedó inconsciente unos días, y se despertó en mitad de una pandemia mundial…); primero a los teclados, para resaltar aún más las similitudes con el dúo de la casa de la playa. Pero ya con ‘I Am The River’ se vieron los múltiples matices del dúo, capaces de empezarla como una canción pop de estribillo pegadizo para acabarla en tormenta sonora y disonante con tributo a la Velvet en nuestra imaginación. Y con ‘Sliding Doors & Warm Summer Roses’, vuelta a la pausa, y a sonidos orgánicos mientras Neale proclama a los cuatro vientos que nunca está sola. Una Lael que no deja de mirar con esos bellísimos ojos azules a las diferentes personas que componen el público, como invitándonos a pasar con familiaridad y proximidad a su mundo interior, a olvidarnos de pantallas, sobreinformación y propaganda, y a volver a conectar con nuestra propia humanidad perdida en tiempos de caos y frenesí que no son para nada casuales.

Llegó el momento de que también ella se armara con la guitarra para enamorarnos con la maravillosa ‘Blue Vein’, mientras Guy profería lineas de teclados casi religiosos con los que ayudarnos a alzar el vuelo espiritual (“And we’re born with a blue vein. Born to the song. Born just to grow wings than to take off. I’m gonna fly. I’m gonna fly. I’m gonna fly. Fly, fly, fly“). Y ya que a estas alturas sólo habían tocado una canción del disco que venían a presentar, llegó el momento de detenerse en este más que recomendable ‘Star Eaters Delight’ publicado hace poco más de un mes: ‘No Holds Barred’ abrió el camino, pero la hipnosis llegó con el folk espacial de ‘Return To Me Now’ (“return to me now, just like a flower, who loves the sun“) y la urgencia ensoñadora de ‘Faster Than The Medicine’.

Una bella versión del ‘Don’t Make Me Over’ de Burt Bacharach (popularizada en 1962 por Dionne Warwick) con Lael sola a la guitarra le puso punto y seguido al set, enlazando el particular ecosistema sonoro de la artista estadounidense con la tradición soul y pop de los 60. Y no es casual, puesto que, bajo esas capas de extraño embrujo, la música de Neale esconde melodías con la épica de esa etapa gloriosa de la historia de la música popular. El dúo se fue del escenario, pero ante los aplausos y gritos de “no n’hi ha prou!“, Lael volvió a salir para rematar la noche con la oscura ‘How Far Is It To The Grave’, y recordarnos que tenemos una vida por delante antes de que llegue el final. Sea hoy o sea de aquí a 50 años, el camino habrá valido la pena con noches llenas de magia como ésta.

Setlist:
- Acquainted With Night
- Every Star Shivers In The Dark
- I Am The River
- Sliding Doors & Warm Summer Roses
- Blue Vein
- No Holds Barred
- Return to Me Now
- Faster Than the Medicine
- Don’t Make Me Over (cover de Burt Bacharach)
Bis:
- How Far Is It To The Grave