Kae Tempest (Casino de l’Aliança, 07/05/21)

Kae Tempest (Foto: Pep Herrero)

Kae Tempest toma las tablas y se le nota frágil, desvalida, apesadumbrado y un punto insegura. No atacaba un escenario desde el fatídico febrero de 2020 en que se nos robaron demasiadas cosas a todos. Es un animal fuera de contexto, ya que el tiempo ha pasado y sus días de vino y rosas en el mundo de la rapsodia toman un color amarillento con el paso del tiempo. Luego vendrían las bases electrónicas, los festivales, las sesiones de grabación con monstruos de la talla de Rick Rubin y todo ello se desarrolla en un entorno más desenfadado, más libre, lejos de los corsés y la pedantería de un sector editorial que se evidencian en actos como el que nos ocupa.

El 24º Festival Barcelona Poesía nos brinda la oportunidad de volver a disfrutar a una de las figuras cruciales en el panorama musical de los últimos años, pero clarísimamente nos lo proporciona fuera de su zona de confort.  Demasiados paripés y poses reverentes para el gusto de una persona sencilla y directa. Que se jodan las cámaras de televisión y los fotógrafos de los periódicos. Es su momento.  Ya bastante ha tenido en la previa con soportar elogios huecos y lametazos pegajosos en salva sea la parte como para que en ese preciso instante en que se puede liberar de todo ese lastre note cómo las máquinas y los medios -como un King Kong posmoderno- la alejan del calor de la gente, esa que lo ilumina y la instruye en la construcción de su obra.

Kae Tempest (Foto: Pep Herrero)

El artista estruja un micro rojo como la pasión, la ira, la vergüenza y la angustia existencial que inspiraron en su día los textos de The Book Of Traps and Lessons. Nos lo va a soltar íntegro, sin pausas, sin trampas-ni-cartones, ni remilgos, ni concesiones. Versos  a borbotones que nos revelan nuestras propias debilidades y contradicciones con un lenguaje sencillo a la vez que bello. Emociones  a flor de piel y sensaciones agridulces masculladas con urgencia para combatir una ansiedad domesticada a latigazos verbales, de esos que se ejecutan con la firmeza y la ambigüedad necesaria para hacernos sentir a la vez acompañados por su calidez y desprotegidos por la crudeza y dureza del mundo que los alberga.

Poesía cantada, canciones recitadas y desnudas, rapsodia descarnada, letras fluidas, géneros difusos para derruir un entorno que no parece agradar del todo al artista. Verdades como puños que afilan los palos de escoba que albergan en el recto de algunos de los que están allí por puro compromiso, esos que toman notas con precipitación queriendo abarcarlo todo y perdiéndose la esencia de una AR-TIS-TA – con mayúsculas y cada sagrada sílaba de su definición enfatizada hasta el infinito-. Luego, cuando todo acabe, fingirán que empatizan con ese mensaje crepuscular y desencantado a la vez que tierno y poético para luego marcar una muesca en su listado de yo-estuve-allíes y hacerse un selfie en la puerta del Casino.

Cantar sobre las caras de la gente sin tener acceso a ellas nos hace soñar en un tiempo pasado en que esta fiera escénica miraba a los ojos de la audiencia uno por uno, atravesando su alma y cargándose de energía positiva para creer que aún no todo estaba perdido, pero desafortunadamente el final parece estar más cerca de lo que nuestras mentes inconscientes nunca llegaron a imaginar y todo se apaga de manera abrupta. Sin ningún guiño ni ningún espacio para la esperanza. Sin tiempo añadido. No hay truco barato que lo remedie. No hay piedad para los malditos, que diría aquél…

Kae Tempest (Foto: Pep Herrero)

 

Escrito por

La vida es constante evolución. De rockero irreductible a melómano ecléctico, este costalero de los riffs pesados con los años ha mutado a amante de las voces femeninas y los ritmos añejos, siempre profesando simpatía y admiración por freaks y outsiders. Nirvana, Iggy and The Stooges y Pixies siguen resonando en mi cerebro al mismo tiempo que My Morning Jacket, Band Of Horses, Nick Waterhouse o Laura Marling sin olvidarnos de los Cramps, Daniel Johnston, Tiny Tim o Thor. Desde 2001 he colaborado en diversos medios de prensa musical.

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