Egon Soda (La 2 de Apolo, 8-03-2018)

Ricky Falkner
Xavi Molero
Ricky Falkner
Pablo Garrido
Charlie Bautista
Ferran Pontón

Dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno… siempre que no se trate de un concierto de Egon Soda. Entonces, lo bueno sabe a poco si es breve. Sucedió el pasado jueves 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, en La 2 de Apolo. Apenas una hora y media de show enmarcado en el Festival del Mil·leni que nos dejó sedientos y con ganas de más.

Pocas veces una tiene la oportunidad de plantarse ante una banda que atesore tanto talento como lo hace Egon Soda. Música, mejor dicho, rock en estado puro de ese que se permite coquetear con otros géneros sin perder su carácter. De ese que te atrapa tanto con sus ritmos más acelerados como con sus baladas de piel de gallina y melancolía. Dos reversos de una misma moneda que ejecuta y entiende a la perfección una banda a camino entre Barcelona y Madrid y a la que el adjetivo de ‘super banda’ hace tiempo que se le ha quedado corto. Ellos son Ricky Falkner, Ferrán Pontón, Pablo Garrido, Xavier Molero, Charlie Bautista y Ricky Lavado. Juntos forman una pequeña joya musical de esas que deseas que, por nada del mundo, abandonen las salas pequeñas para poder disfrutarlas en la intimidad de unos cuantos.

Es un deseo egoísta, lo sé. Pero cuesta imaginarse la voz rota de Ricky Falkner perdiendo intensidad entre la cháchara habitual que invade la parte posterior de las grandes salas de este país. Imposible deleitarse entonces con las letras, poéticas y ácidas, de Ferrán Pontón o la percursión de Ricky Lavado. Música de orfebrería que el pasado jueves se presentaba a ciegas en Barcelona. El nuevo disco de Egon Soda, ‘El Rojo y el Negro‘, se estrenaba un día después y fueron muchas las canciones del repertorio que sonaron aquella noche por primera vez. Excitados, ellos; expectantes, nosotros.

El concierto fue de menos a más. Se notaron los nervios o inseguridades de la banda con las dos primeras canciones de la noche. ‘Lucha de clases’ y ‘Espíritu de la transición’ fueron las escogidas. Dos temas de un disco que llega cargado de política y emociones poco amorosas. Los tiempos que corren marcan la pauta. De ahí, los dos colores escogidos para bautizar el que es ya el cuarto disco de estudio de los barceloneses. Sonaron ‘Los hombres topo quieren tus ojos’, ‘Papel pintado’, ‘Lorem Ipsum’ o ‘Nueva Internacional’ de anteriores discos. No faltó tampoco ‘Escápula’, una de esas canciones que te arrastran hacia un torrente de emociones y recuerdos imposible de parar. Mi favorita, lo reconozco.

No faltaron tampoco los recuerdos, aunque mucho más tristes, con ‘Matanza’. Una canción que, como explicó un escueto Ricky Falkner, se inspira en los atentados sucedidos en Barcelona el pasado 17 de agosto. ‘Corre, hijo de puta, corre’ y ‘Glasnost’ contaron con la complicidad de un público que sí se sabía estos dos primeros adelantos de ‘El Rojo y el Negro’. El fin de fiesta llegó con el tercer y último anticipo del disco: ‘El corazón de un mundo sin corazón’. Tal vez, la única canción de amor de este último disco de Egon Soda. No hubo tiempo para más. Tampoco bises, para qué. Faltaron o, me faltaron, canciones como ‘Te pierdo’, una maravilla que se encuentra en ‘El Rojo y el Negro’ o temazos, por no decir clásicos, como ‘El cielo es una costra’ o ‘La Recuperación’.

Faltaron minutos cuando más entregado estaba el público. ¿Lo bueno? Las ganas de más. Habrá que echar un vistazo, por tanto, a la agenda de conciertos de Egon Soda para volver a disfrutar del directo, pero sobretodo del talento de un grupo que, pese a quererlo para mí y unos pocos, se merecen todo.

 

Escrito por

Periodista y alma viajera. Me gusta el movimiento y no entiendo la vida sin música. Conciertos y viajes son mis placeres culpables

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