Hay canciones, bandas o discos a los que les tienes más cariño que a otros. No necesariamente tiene que haber razones racionales. O quizás, si las hay, no tienes por qué haber reflexionado al respecto. Pero las Breeders son una de esas bandas, y ‘Last Splash‘ es la razón principal. Y cuando pienso que este jueves 30 de agosto de 2018 el disco cumple 25 años me entra vértigo y me caen sudores fríos, como ya me había pasado este año con tantos otros discos que han llegado al cuarto de siglo (el ‘Rid Of Me’ de PJ Harvey, el debut de Suede, ‘Pablo Honey’ de Radiohead, ‘Siamese Dream’ de Smashing Pumpkins…) o los que lo harán antes de que acabe el año (‘In Utero’ de Nirvana, el debut de Tindersticks, ‘So Tonight That I Might See’ de Mazzy Star, el ‘Vs’ de Pearl Jam…). El tiempo avanza, inexorable, y la música es un calendario inflexible que te señala con el dedo: aprovecha el tiempo, porque si te descuidas, te habrá avanzado por la derecha.

The Breeders se habían formado en 1989, gracias a dos mujeres inquietas y figuras clave de la escena independiente y alternativa del rock estadounidense de los 80 y los incipientes 90: la por entonces también bajista de los Pixies, Kim Deal, y la cantante y colíder de Throwing Muses, Tanya Donelly. Para Deal la banda era una especie de liberación donde dar rienda suelta a todo su talento, que se veía limitado y reprimido en los Pixies por su despótico líder, Black Francis. Con la banda de Boston sólo tuvo oportunidad de escribir y publicar dos canciones: ‘Silver’ y la redundantemente gigantesca ‘Gigantic’. Pero con las Breeders iba a expresar libremente todo su talento compositivo, cambiando el bajo por la guitarra, y dejando las 4 cuerdas para otra de las componentes que daría personalidad a la banda: Josephine Wiggs.
En 1990 publicaron su notable debut, ‘Pod‘, con el batería de Slint Britt Walford (bajo el pseudónimo Shannon Doughton) y con la producción de la eminencia Steve Albini, que había trabajado con Deal en el imprescindible ‘Surfer Rosa’ de los Pixies. Combinándolo todavía con sus bandas matrices, las Breeders cambiarían la mitad de su formación antes de la grabación de ‘Last Splash’, ya que Tanya fundó Belly y Britt se fue con The For Carnation, The Jesus Lizard y la escena jazz de Nueva York. Fue reemplazado por Jim McPherson, mientras la segunda guitarra fue para alguien que casi no sabía tocar la guitarra: la hermana gemela de Kim, Kelley Deal, que dejó su seguro trabajo de analista técnica para enrolarse en una banda sin tener ni idea de cómo tocar. Tras telonear a Nirvana en la gira de ‘Nevermind’, y coincidiendo con el sorprendente anuncio vía fax de Black Francis al resto de la banda diciéndoles que los Pixies ya no existían, las renovadas Breeders se fueron a los estudios Coast Recorders de San Francisco en enero de 1993 para grabar su segundo disco. El que les daría la fama, y les haría vender lo que no habían vendido los Pixies en toda su carrera, pasándole la mano por la cara también al debut en solitario de Frank Black que se editaría en marzo de ese mismo año. La venganza es un plato que se sirve frío…
La misma Kim Deal se encargó de la producción de ‘Last Splash’ junto a Mark Freegard, que ya había trabajado con la banda en el ‘Safari EP’. También había trabajado con ellas (y también con Pixies, Cocteau Twins, Lush…) Vaughan Oliver, que facturó una portada icónica que iba a pasar a la historia como una de las imágenes del rock alternativo de los 90: ese corazón gelatinoso que presidió durante años la pared de mi comedor en un póster que me regalaron mis compañeros de facultad en tiempos universitarios. Vuelven el vértigo y los sudores fríos… uff! Lo más importante, la música, iba a trasladar a la perfección la frescura, pulsión y colorido de la portada.
‘Last Splash’ se abre con ‘New Year‘ y ese “We have come for light” inicial que ya parece una declaración de intenciones, envuelta en una amalgama de guitarras rabiosas y caóticas que también definirán un disco ecléctico, anárquico y de contrastes. Guitarras lo-fi que parecen beber del grunge sin llegar a serlo del todo. Actitud que parece beber de las riot grrrls sin tener nada que ver con ellas. “Mírame, soy vieja y cuando salgo a la calle no me siento acosada por los hombres. Cuando tenía 16 años sí que me hubiera ido bien algo como las riot grrrls”, decía Kim en una entrevista a ‘Rockdelux’ en 1994. Tras esos 2 minutos iniciales, llega el aullido, los golpes de baqueta y la linea de bajo que iban a cambiarlo todo para encumbrar a las Breeders al olimpo de la escena alternativa de la década prodigiosa:
Y es que si tenías cerca de los 20 años por aquél entonces, sabrás perfectamente la que se montaba cuando empezaba a sonar ‘Cannonball‘ en salas como el New York, Gitanes o las fiestas de ‘A Saco’ de Zeleste (ahora Razzmatazz). El tema fue un bombazo (canción del año para la prestigiosa revista británica ‘Melody Maker’), y el videoclip dirigido por Spike Jonze y la mismísima Kim Gordon de Sonic Youth fue plataforma esencial para popularizarla a niveles que escapaban de la norma (cuando los videcolips eran elemento de promoción imprescindible). Definitivamente, la brecha abierta por el ‘Nevermind’ de Nirvana estaba calando en un sector de público todavía pequeño, pero ávido de nuevos sonidos y nuevas perspectivas del caótico mundo en el que vivíamos. Teníamos razones para sentirnos cabreados pero también queríamos disfrutar de nuestra juventud y sentirnos diferentes, únicos, cambiar las cosas de alguna manera. En una maqueta de sonido más sucio y seminal, la canción inicialmente se había llamado ‘Grunggae‘, jugando con los conceptos de grunge y reggae (“I’ll be whatever you want, the bong in this reggae song…”, decía la canción).
Las guitarras volvían a ensuciarse en ‘Invisible Man‘, dando paso a otro momento brillante del álbum: ‘No Aloha‘, con esa guitarra de aires hawaianos, y esas letras sobre escapismos con promotores de rock o una de las frases más recordadas y provocativas del disco (“Motherhood means mental freeze” = ‘La maternidad significa congelación mental’), que Kim vio en las paredes del lavabo de chicas del almacén en Dayton donde grabaron las primeras demos de ‘Last Splash’, los Cro-Magnon Studios. ‘Roi‘ era el primer experimento instrumental (o casi, incluía una frase: “Raw: where the shot leaves me gagging for the arrow”), y precedía a otra de las canciones estelares del álbum.
Co-escrita con Kelley, ‘Do You Love Me Now?‘ rompía con la muralla sónica para regalarnos un momento íntimo, de más pausa y corazón abierto y desgarrado, y que podía recordar en cierta manera a los Pixies cuando las guitarras empezaban a rugir de manera hipnótica. ‘Flipside‘ era otro de los momentos saltarines: un instrumental con dejes surf, y que personalmente me trae buenos recuerdos, por ser la sintonía de mi primer programa de radio musical (‘La Claveguera’, que hacíamos desde un sótano de la Vila Olímpica de Barcelona, en la desaparecida Radio 92).
‘I Just Wanna Get Along‘ nos devolvía a las Breeders más melódicas y enérgicas, y contenía esa frase que siempre me pareció un dardo envenenado de Kim a Black Francis: “If you’re so special, why aren’t you dead?”. Otro de mis (muchos) momentos favoritos del disco es ‘Mad Lucas‘, que frena en seco el ritmo del álbum para recuperar la oscuridad de las ‘baladas’ de la Velvet Underground, y en que Kim vuelve a jugar con los efectos vocales de ‘Cannonball’. ‘Last Splash’ cambia el ritmo nuevamente con otro momento de pop luminoso, ‘Divine Hammer‘, en que Kim juega con la imaginería religiosa para hablar de sexo (ay, ese martillo divino…): “Yo no soy muy religiosa, pero aquí utilizo su simbolismo: si has recorrido esas millas, has estado en las montañas, has buscado la fe… entonces llega el ‘martillo divino’ y te jode. ¡Puro placer físico! Sí, para mí, el martillo es… un buen polvo. Eso es“, decía en el libro de Jordi Bianciotto sobre Pixies, Breeders, y The Amps, en la maravillosa colección ‘Imágenes del Rock’ que editaba La Máscara. El videoclip, dirigido nuevamente por Jonze, Gordon y también por el visceral Richard Kern, no tenía desperdicio:
‘S.O.S.‘ era el último experimento instrumental del álbum, y además de ser otro momento de gran potencial como sintonía de programa de radio, quizás lo hayas escuchado sin saberlo en uno de los grandes hits de la electrónica de los 90: y es que un loop de esta canción se incluía en el ‘Firestarter’ de Prodigy (que también usó un sampler de ‘I Just Wanna Get Along’ para su canción ‘World’s On Fire’). ‘Hag‘ hacía referencia a una pintada que les hicieron a las Breeders en su furgoneta (vendría a traducirse com algo así como ‘brujas’ o ‘zorras’), y justo después, encarando ya la recta final del disco, las guitarras volvían a subir decibelios en ‘Saints‘:
Pero todavía quedaba tiempo para una canción que iba a convertirse en otro clásico de la banda. Kelley Deal se ponía al frente para cantar ‘Drivin’ On 9‘, un tema country donde ganaba protagonismo el violín de Carrie Bradley, quien también les había acompañado en el disco de debut. Ésta es la única canción de ‘Last Splash’ no escrita por Kim, ya que se trataba de un tema de Dom Leone que había formado parte de las demos de ‘Pod’, pero que finamente no entró en el tracklist definitivo del debut de las Breeders. Coincidiendo con esta nueva grabación para incluirla en este segundo álbum, Leone muere de un tumor a los 29 años, lo que hizo especialmente duro para la banda tocar esta canción. Una relectura de ‘Roi (reprise)‘ ponía el cierre a un disco que superó el millón de copias vendidas sólo en Estados Unidos. Kurt Cobain, enamorado de la banda, se las volvió a llevar de gira con Nirvana como teloneras de su gira de ‘In Utero’, publicado semanas después.
En 2013, se relanzó en edición especial 20 aniversario en triple CD… y 7 vinilos! Aquél año pudimos volver a ver a las Breeders tocando este álbum que habremos escuchado cientos de veces. Si no lo has hecho todavía, no sé a qué narices esperas…