New Candys (Sala Upload, 07/09/22)

En tiempos oscuros, hay que buscar destellos de brillo en la bruma. Grietas de claridad por las que escapar de la realidad. Resquicios de vida inyectada en vena a través de amplis, pedales y fuzz. A eso fuimos anoche a nuestra queridísima Sala Upload, garantía por excelencia de conciertos notables o más, a los que no asistirán 200.000 personas (ni falta que hace). Y el chute fue de los que te levanta de golpe con los ojos como platos salpicando chispas, como si nos hubieran clavado bengalas en los globos oculares.

La noche la abrieron los Dead Parties, unos clásicos ya de la escena barcelonesa en los últimos años. La banda del australiano Etienne Mamo desplegó su habitual variedad de registros luminosos (que si mucho de power pop deudor de Teenage Fanclub, que si algo de psicodelia a lo Charlatans por aquí, que si una guitarra de surf espacial a lo Pixies por allá…), estrenando unas cuantas canciones nuevas, y sin olvidarse de clásicos de su repertorio como ‘Disappear’ o mi preferida ’93’.

Con New Candys llegó la oscuridad. Pero, por muy contradictorio que pueda parecer, a veces la tiniebla brilla tanto o más que el rayo de sol más resplandeciente. Y eso lo demostraon con creces Fernando Nuti (cantante y guitarra), Andrea Volpato (guitarra), Alessandro Boschiero (bajo), y Andrea Davì (batería de bandas como Lorelle Meets The Obsolete, y que en esta gira cubre la baja circunstancial de Dario Lucchesi). Con el bajo en el centro, que por algo es maestro de ceremonias y faro que guía en muchas de las canciones.

A principios de año nos habían dejado con las ganas por culpa de la maldita pandemia que canceló su gira, y los que habían visto al cuarteto veneciano en el Picnic Beat de 2021 o en el Barcelona Psych Fest de 2017 ya nos habían advertido que íbamos a disfrutar. Pero por mucho que te cuenten, hay cosas que tienes que vivirlas en primera persona para poder sentir toda esa electricidad perforándote el alma y removiendo cada uno de tus órganos vitales, hasta provocar una descarga de energía que te ilumina como un Gusiluz. Como un billete de felicidad momentanea mientras las luces continúen apagadas. Y volvemos otra vez al brillo en la aparente penumbra…

Aunque venían a presentar su cuarto y último disco hasta la fecha (si no has escuchado aún ‘Vyvyd’ no sé para qué vives…), los italianos nos hicieron viajar por toda su más que recomendable discografía. Y desde que las luces lo tiñeron todo de rojo empezó el descenso vertiginoso por sinuosas carreteras de psych-rock con muchas curvas. Algunas, cerradas, angulosas; otras, abiertas y con cambio de rasante; pero cogiera la foma que cogiera el camino, era fácil de seguir por tu propio instinto. Ojos cerrados, músculos totalmente relajados y libertad de movimientos en extremidades y cervicales. Ya fuera para afrontar loops de psicodelia fogosa en ‘Dark Love’, hipnóticos ritmos en ‘Factice’, guitarras cristalinas en ‘Half-Heart’, ritmos marciales de batería en ‘Evil Evil’, o voces reverberadas en todas y cada una de las canciones. Y ni necesito mencionar los teóricos ‘hits’, porque éste es un repertorio asambleario, en el que cada tema tiene tanta importancia como el anterior o el que viene después. Como un todo interpretado con una precisión milimétrica; con una contundencia arrolladora; como un atropello por tu propia voluntad; como cuando Black Rebel Motocycle Club eran la banda más grande de este planeta.

Decían los New Candys que su último disco trata sobre “la contradicción de la luz: Dios/el bien a menudo se representa con un resplandor brillante, mientras que Lucifer, la personificación del mal, significa portador de la luz“. Y ya te lo decíamos antes: anoche la luz vino desde la sombra. Y la oscuridad nos encegó a base de fogonazos de brillo vívido. Y es que la vida es contradicción e interpretación. Y quizás el mal no sea otra cosa que el bien mirado desde los ojos de un estúpido odio irracional. Y quizás lo que algunos consideran el bien no lo sea tanto como se piensan…